Continuando el ascenso hacia el norte por la ruta A-135, se llega a Coronel Alcérreca (Lat.17ª59’S, Long. 69ª39’O, casi 4.000msnm). Son sólo 28km o algo más, al lado o cerca del oleoducto y la vía férrea visible sólo a ratos, pero parece ser más de 100km porque, excepto en ciertos tramos, la ruta es mala, pésima en general y horrible en un corto tramo. Inicialmente es aceptable y tras 11km se cuza la quebrada de Patapatane, no muy compleja para nuestro vehículo. Desde allí hay unos 8km antes de enfrentar lo terrible: la quebrada de Huaylas.
Ésta tiene sólo unos 100m de profundidad. El descenso se inicia pasando entre rocas erosionadas por el viento
Vista de lo poco que se ha descendido inicialmente.
Tras ese tramo, el descenso tiene una pendiente harto promunciada y la ruta no es buena, pero nada comparado con lo que nos espera. Ya en el talweg de la quebrada se ve la línea ferroviaria
y mirando hacia atrás se aprecia la vía de descenso, algo difícil pero nada espectacular:
Pero luego viene el ascenso de la ladera septentrional, casi recta y vertical en su mitad terminal. La primera mitad no es precisamente buena y termina cuando se cruza con la vía férrea. Allí se le ve obstruida por una gran roca caída a consecuencias del terremoto del 01-IV-2014:
Pronto verán la grúa que deberá removerla.
Allí se inicia el drama: Son sólo 220m para ascender unos 25m casi en línea recta por un ¿"camino"? angosto y el suelo tapizado de rocas semienterradas que hacen saltar y bambolearse al vehiculo, andando a sólo unos 5km/h o menos y en la configuración 4x4 que sea. Sólo esas rocas son firmes y algunas sobresalen tan alto del suelo y tan abruptamente que, bajo alguna rueda y otra(s) las restantes, cuesta mantener la tracción. Mi irreemplazable Toyota 4Runner tiene un motor V6 de 4 litros y complejos sistemas de ajuste de la tracción de cada rueda y otras maravillas técnicas, de manera que potencia no le falta. Pero ese corto ascenso es un intento de “auticidio” y descenderlo es peor que saltar en paracaídas sin uno de reserva. Dada toda esa complejidad, no pensamos en que mi ex-esposa de entonces se bajara del vehículo y grabara el evento. No recomiendo esa vía para llegar a Alcérreca, en absoluto. El tramo es tan estrecho, con una pared de rocas a un lado y un amenazante mini-precipicio al otro, que si uno se encuentra con una roca que obstruya el paso tendría que devolverse marcha atrás y, por lo menos mi Wari, ya una vez no soportó retroceder una pendiente tan pronunciada y aunque frenara resbalaba, poco pero difícil de controlar. La disculpo porque mis neumáticos, si bien casi nuevos y harto caros, son onda 80% carretera y 20% terreno malo. Los elegí porque para nuestras correrías la mayor parte del trayecto (en términos de kilómetros recorridos y no de tiempo empleado) es por rutas buenas o no muy malas y los neumáticos con grandes “calugas” desestabilizan un tanto al vehículo en las rutas algo “decentes”. Me extendí en ésto porque con frecuencia vivimos tramos complejos que obligan al conductor a conocer muy bien a las características de su vehículo y ya he tenido que socorrer a varios imprudentes que creen que sólo por ser 4x4 su vehículo es invencible.
Pues desde el alto de esa ladera captamos el inicio de ese ¿camino?, pero no conseguimos que mostrara lo que de verdad es un poco más abajo. La travesía de la quebrada de Huaylas implica 2km de recorrido:
Nótese que a la derecha hay un cerro de cumbre plana. Esos cerros (”tangani”), frecuentes en nuestra precordillera, son testigos del nivel del terreno antes que las aguas erosionaran su entorno.
Y bueno, restan sólo 8km por un camino plano y recto, pero de superficie tan mala que sólo se puede transitar a unos 10-15km/h y muestro a una parte “buena” de éste:
Pero eso no es todo, suele haber desvíos que cuesta saber si conviene seguirlos. En un sector el camino te invita a atravesar un zanjón cuyo talweg está obstruido por una roca grande. Bajé a pie a inspeccionarlo y tal vez, pasando por el inicio de ladera con la Wari inclinada unos 20°, podría haber pasado, pero ¿y si nó? Pues bien, cerca había un camino que parecía devolverse y llevar quién sabe a dónde. Viajo con dos GPS, uno handheld excelente pero con una pantalla miserable y otro más “citadino” pero con una pantalla que me permite seguir bien el trayecto de una ruta y éste me mostró que, tras un amplio rodeo, se reunía con la A-135 y ese seguimos. Sin una adecuada implementación, un par de meses antes unos aventureros rascas se perdieron, por inesperada suerte consiguieron señal para el celular y tenían el teléfono de Carabineros y ellos debieron movilizar a dos retenes para rescatarlos. No es por ser alharaco que lleno a este relato con advertencias.
Pues llegamos a Coronel Alcérreca. Su vecindario se describe eneste linkdel sitio webwww.aricaacaballo.com. Tendrán que soportar varias fotografías:
Llegando a Alcérreca.
Había una cuadrilla con maquinaria para despejar la vía férrea.
La más llamativa era la inmensa grúa, la cual, entre otras gestiones, tendría que remover la gran roca que mostramos en la quebrada de Huaylas.
Está provista de un ingenioso agregado para permitir que las ruedas transiten por la vía férrea.
Resalta un carro transformado en recinto habitacional.
Ruinas de una dependencia ferroviaria. Alcérreca tuvo, mientras funcionó el FCALP, a muchas familias viviendo allí y pastoreando auquénidos en los terrenos vecinos. En el año 2014 sólo vivía allí una famlia, con cinco hijos.
Alcérreca parece interminable. Tiene decenas de casas de adobe y rincones hermosos.
Carros transformados en no sé qué.
Como en otras estaciones, muchos elementos metálicos oxidados.
Un recinto con peculiares dinteles.
¡Tantos recintos de adobe!
Había un amplio espacio con carros transformados en oficinas, supongo. Uno de ellos servía cono enfermería.
Omito muchos otros rincones interesantes. Pues conocimos a un muchachín recorriendo las ruinas en bicicleta. Mauricio nos contó que tenía cinco hermanos, uno de ellos estudiando en Arica y que su padre tenía 14 alpacos. Es la única familia que en el año 2014 residía allí.
Nos llevó a conocer a la moderna escuela, la cual tenía sólo dos alumnos.
Su interior es amplio, limpio y bien provisto. Es la alabable tónica de creo que todas las escuelas del interior, especialmente la de los poblados más pequeños.
Le regalamos unos paquetes de galletas y compartió uno con su hermano menor, Hernán. En el año 2014 ésta era la única casa habitada por lugareños.
Y ésta es la despedida del pequeñín. Por ser como es y además profesora y orientadora, mi ex-esposa, María Isabel Castro Yévenes, siempre se encanta con y encanta a los niños. Les prometimos volver con un regalo de sorpresa.
Al domingo siguiente volvimos a Alcérreca por una vía harto más "decente", para cumplir nuestra promesa. En ese trayecto la Pachamama nos regaló un encuentro con un grupo de 5-6 perdices de una de las tres especies que existen en la cordillera y altiplano de Arica.
Charlamos un largo rato con el cordial padre de los niños, el Sr. Maita.
Tras eso continuamos hacia el norte. La ruta A-135 que seguimos hasta Alcérreca termina allí y empalma con la A-23 que proviene de Pacollo, un poco al oriente de Putre, y en Alcérreca vira al norte. Ella será nuestra compañera hasta Villa Industrial y Tacora. Pues vamos a Humapalca.
Éste es el inicio de nuestro encuentro con la ruta A-23, por una pampa de vegetación tolar. A nuestra izquierda está el oleoducto de Sica Sica y al fondo el volcán Tacora.
Y a nuestra derecha, la vía férrea, estabilizada por un lecho de piedra.
En el vecidario de Alcérreca ha muy poco ganado camélido, pero al acercarnos a Humapalca el paisaje se humedece ("huma" = agua). En el vecindario de Humapalca hay mucho ganado camélido.
En esta foto, un pequeño bofedal con vicuñas.
En el trayecto, nos desviamos un poco para visitar la Estancia Caicone. No había nadie allí...
A una distancia de unos 1.000m antes de Humapalca, cruzamos al recién bautizado río Lluta. Recién bautizado porque las aguas que descienden desde la ladera oriental del volcán Tacora por la quebrada de Caracarani se juntaban con las aguas del río Azufre y allí nace el río Lluta. El río Azufre está hoy desviado en Lat. 17°48'21"S, Long. 69°45'55"O (o sea, a unos 7km al noroeste de Humapalca) a piscinas de evaporación y escurrimiento ubicadas a unos 3,5km al suroeste de Humapalca, porque ese río contaminaba al Lluta con químicos nocivos para la agricultura. El río Azufre proviene del otro lado del volcán Tacora, de la ladera occidental donde está la azufrera.
En el período de las lluvias estivales (”invierno boliviano”), el caudal del río Lluta puede crecer tanto que no es posible atravesarlo.
Y llegamos a Humapalca (Lat. 17ª50’S, Long. 69ª42’O, 4.080msnm), tras recorrer sólo unos 20km desde Alcérreca.
Así lo vería el conductor de la locomotora.
Otra vista de Humapalca, con el volcán Tacora siempre presente.
El caserío de Humapalca. No había nadie allí.
El edificio-estación de Humapalca.
Humapalca tiene rincones hermosos, como ese manchón inusual de hierba amarilla (y hay otros).
El siempre presente volcán Tacora, "marcador" de la genial Azufrera de Aguas Calientes, hoy abandonada y saqueada por los "hermanitos" peruanos, pero que aprovecharemos de visitar una vez más durante el viaje del año 2014.
Y tiene conecciones viales con otros poblados
Su escuela es moderna, como todas las de los poblados casi desiertos.
Y está bien implementada,
pero nunca habíamos visto a una de ellas tan descuidada. No sé si tienen alumnos allí.