Evolución del Mundo Andino
Para el mundo lejano, incluyendo a los chilenos del otro lado del desierto, “historia andina” es casi sinónima con el Período Tardío (Inca). Hemos expuesto reiteradamente que el extraordinario Tawantinsuyu tuvo poca relevancia en Arica y ocupó solo una brevísima parte de la historia andina, casi un siglo (¿1438?-1533), pero acapara gran parte de nuestro conocimiento por representar el vértice de la pirámide de su evolución cultural y por ser la etnia que dominaba nuestro universo a la llegada de los españoles.
Ya nos referiremos a la identidad aymara, heredera de la evolución cultural circuntitikaka, la verdadera forjadora de la Arica prehispánica. Corresponde ahora tratar de sintetizar la totalidad de la aventura cultural andina, pero sería una injusta omisión no describir la “versión peruana” de lo andino, por lo que trataremos de sincronizar lo circuntitikaka con lo serrano y/o costero del actual Perú, conscientes de que eso obligará a generalizaciones y omisiones que se justifican por el nivel básico al que nos limitaremos.
Hoy se acepta dividir los 11 a 12.000 años de evolución cultural del hombre andino en Períodos más o menos definidos por un evento de trascendencia que induce a un cierto Desarrollo Cultural. Aunque hay un cierto desorden en el uso de los términos, usaremos para todo el Mundo Andino el esquema acostumbrado para Arica. En orden cronológico, definiremos las siguientes
etapas:
-Período Arcaico: cazadores-recolectores habitualmente trashumantes, sin cerámica.
-
Período Intermedio Temprano: inicios de la sedentariedad,
agricultura y cerámica, hace más o menos unos 3.000 años o más en algunas regiones. En lo cultural, este período se caracteriza por un Desarrollo Formativo que en Perú llega a formar Culturas Regionales bien definidas (asentamientos agropecuarios sin influencia panandina, con un desarrollo cultural autónomo y propio de cada región). Los típicos ejemplos son las culturas Nazca y Moche. En nuestros valles precordilleranos la agricultura se establece en forma consistente hace unos 2.000 años.
-
Período Intermedio Medio: homogeneización cultural y/o estatal del Mundo Andino, primeros imperios (
Tiwanaku en el área circuntitikaka [
foto] y valles al oriente y occidente e Imperio Wari de Moquegua al norte). Se inicia hace unos 1300 años y tiene unos 6 siglos de duración. Este período representa --y se lo puede afirmar enfáticamente-- el apogeo del Mundo Andino. Es en este período donde se inventa y se define todo lo que es andino, incluyendo a los ingeniosos
khipus (
fotos). Tras el colapso de estas organizaciones, lo que ocurrió entre los siglos XI y XII, se produce un estancamiento del progreso tecnológico y las identidades culturales subsecuentes se limitan a depurar aspectos específicos, como el arte Lambayeque y Chimu, la organización politico-económica de la
Cultura Arica y la administración imperial incaica. La última, pese a su espectacularidad, implica una relación con la Cultura Wari-Tiwanaku asimilable a lo que el Imperio Romano hizo con la Cultura Helénica: nada más que administrarla con eficiencia tras una formidable campaña de expansión territorial.
Es curioso que los incas, que se consideraban descendientes del Tiwanaku, ignoraron la historia de Wari. Tal vez por eso la importancia de éstos sólo fue reconocida poco antes de la Segunda Guerra Mundial. Hasta entonces, sus remanentes eran considerados como pertenecientes al ámbito Tiwanaku, incluyendo a su capital, de 15Km2 y 70.000 habitantes, sus extensas carreteras, acueductos y ciudades con edificios de varios pisos.
Muchas de las costumbres incaicas provienen de los waris, como el sistema de mitimaes y la “captura” de elementos de identidad de los pueblos como los restos de antepasados que eran venerados y utilizados como “consejeros” y que los waris “retenían” en su capital.
-Período Intermedio Tardío: Estados o Señoríos Regionales. A diferencia del período de Culturas Regionales de las etapas finales del Intermedio Temprano, tras el colapso de los grandes imperios viene un período de regionalismo más evidente en lo político-administrativo que en la adquisición cultural de trascendencia y que afecta a todo el territorio andino generándose identidades bien definidas de Desarrollo Regional. Aqui se inserta lo que es Lambayeque y Chimu al norte del Perú, los señoríos aymaras del altiplano y la Cultura Arica. El período es algo más breve al norte, por la aparición del Imperio Inca.
-Período Tardío: Imperio Inca.
Los primeros habitantes de nuestro territorio andino, en el que hay que incluir en norte de Chile, el sur del Perú y el altiplano boliviano, ya estaban instalados hace 12.000 años en el altiplano y en la costa (Mollendo y Taltal).
En la costa de Arica específicamente, la más antigua evidencia de ocupación humana es la del llamado
Hombre de Acha, de hace 9.000 años y seguramente precede a la de otros valles vecinos por ser Azapa un valle más rico en agua y recursos. Ya describiremos brevemente al complejo cultural
Chinchorro, pescadores-recolectores que ocuparon hace unos 7.000 años las costas del sur del Perú y norte de Chile (
nota).
Otro escenario de ocupación humana de la época es el de la sierra, habitada por cazadores como los que utilizaron a título logístico y desde hace unos 11.500 años el alero de Hakenasa, ubicado en el extremo noriental del actual territorio chileno (muy cerca de
Visviri y, en consecuencia, de la frontera con Bolivia y Perú). Estos cazadores recolectores, obviamene, no formaban una sociedad estructurada en absoluto y asombran por la meticulosidad con la que fabricaban y reparaban las puntas líticas de sus proyectiles (de obsidiana, roca de alto contenido de sílice y basalto). El alero es de reducidas dimensiones (7,5m de ancho y 5m de produndidad), por lo que sólo servía como refugio ocasional y como "taller" para la reparación de las puntas líticas. De manera similar, otros cazadores se guarnecieron ocasionalmente (desde hace 11.500 años) en el alero de Tojo-tojone (un poco al sur de
Belén) hace 9.500 años y en Patapatani (al noroeste de
Putre). Contemporáneos de los cazadores de Tojo-Tojone fueron en Perú los nómades que usaban la cueva de Toquepala, autores de una de las manifestaciones de arte rupestre más precoces del Mundo Andino y los cazadores de Viscachani en Bolivia, quienes nos legaron sus instrumentos de piedra para que tratáramos de averiguar su estilo de vida. Las más antiguas puntas líticas de Viscachani son similares a las de Tojo-tojone. En el altiplano, tras los cazadores y antes de la agricultura, aparecen los pescadores del Titikaka con sus balsas de totora, cuyos descendientes son los pocos
urus y los aún vigentes chipayas (
foto), lingüísticamente emparentados con los urus y hoy limitados al delta que forma el río Lauca al vaciar sus aguas en el salar de Coipasa.
Es posible que en el Perú central y del norte se hayan dado situaciones similares, excluyendo a nuestros chinchorros, quienes constituyen una excepción al sublimarse prematuramente del nomadismo gracias a la riqueza de nuestras costas. La casi-isla de Paracas (cerca de Pisco), por ejemplo, ya estaba ocupada hace 5.000 años y sería luego un centro de desarrollo que podría estar en la línea de la evolución que contribuye a gestar el imperio Wari.
Hacia finales del arcaico la gente empieza a abandonar sus viviendas precarias y a agruparse en comunidades estables, pero siguen siendo “arcaicos” por la carencia de cerámica. Tal vez un esbozo de esa tendencia en Arica pueda encontrarse en la agrupación de chinchorros en Caleta Quiani hace unos 3.000 años y hay una aldea precerámica en la costa de Tacna (El Calvario). Algunos cultivos comienzan a utilizarse en forma rudimentaria, como las calabazas de los ocupantes de Caleta Quiani o el algodón, el cual se empezó a utilizar en algunos otros lugares del Mundo Andino muy precozmente, hace unos 5.000 años. Otros cultivos precoces en nuestros valles son los porotos y el ají. En la quebrada de Tiliviche, al sur de Arica, hay evidencias que sugieren que cazadores arcaicos habrían empezado a criar cuyes para su alimentación hace ya más de 6.000 años (Lautaro Núñez).
Pero el escenario de la espectacular precocidad de algunas comunidades de nuestro universo se traslada, después de “récord” de los chinchorros, al valle de Supe, a 160km al norte de Lima y a unos 22km de la costa. A principios del año 2001 trascendió que las ruinas que se conocían desde hacía mucho, así como otras vecinas, corresponden al más antiguo Estado de América, de hace unos 5.000 años, 15 siglos antes de la ciudad Olmeca en Méjico (la cual tenía el récord de antigüedad), más de 15 antes de Caleta Quiani, 26 antes de la Cultura Nazca y 40 antes que Machu Picchu y tal vez un siglo o más antes de que se construyera la Gran Pirámide de Giza en Egipto.
Tal como Chinchorro, Caral marca un hito en la historia de las Américas y merece un breve resumen antes de pasar al Período Intermedio Temprano.
En orden cronológico, los primeros Estados de la humanidad aparecieron en Mesopotamia (3.500 a.C.), Egipto (3.000 a.C.), India y Perú (Caral) hace 4.700 años, China 500 años después y Méjico (900 a.C.). Quienes aún piensan que los andinos fueron “primitivos” deberían preguntarse cómo es que en ese pequeño lugar de América, con recursos hídricos inciertos y en completo aislamiento con el resto del mundo --en agudo contraste con Mesopotamia, Egipto y la India-- ellos “inventaron” un Estado al mismo tiempo que los habitantes de las privilegiadas tierras donde se inició la civilización euroasiática.
Caral es considerado el Primer Estado de las Américas y el origen de la Cultura Andina y precede a la Cultura Olmeca de Mesoamérica por 1.500 años y a la pretérita "cuna de la cultura andina", Chavín, por 1.200 años. El sitio principal de las 25 estructuras de Caral más seis pirámides y un amplio espacio ceremonial, contra lo que parecería lógico, no está en la costa sino a 22km de ésta, a un día de marcha forzada continua cuando no hay caminos definidos. Esto ya destroza la teoría de que los primeros asentamientos estables de las tierras bajas se instalaron cerca del mar para aprovechar sus recursos.
Hacia la costa de esa región, hoy centrada por el pueblo de Barranca, casi confluyen tres ríos, el Supe, Pativilca y Fortaleza. Pobladores de esos valles formaron el Estado de Caral (
foto). Si bien se han encontrado figuras de barro no cocino, no hay cerámica en el ámbito Caral, el cual debe haber albergado a unos 10.000 habitantes y revela una sofisticación arquitectónica propia de sociedades gobernadas por un Estado bien constituido, con plazas ceremoniales, escalinatas, seis pirámides truncadas construidas hace 4.600 años, templetes semi-subterráneos y un complejo residencial, todo hecho de piedras, barro y troncos (
fotos). Pese a la ausencia de cerámica, eso no es de ninguna manera una sociedad “arcaica” y es lo que hace que Caral obligue a una redefinición de cómo se inicia la civilización en las tierras bajas andinas. Caral rompe varios esquemas teóricos de desarrollo urbano, al carecer de escritura, cerámica. Tampoco se encuentran armas y estructuras defensivas, lo que contradice la idea general de que los grandes Estados deben utilizar la fuerza para constituírse y/o protegerse. En cuanto a la ausencia de cerámica, la arqueóloga peruana Ruth Shady, quien durante la segunda mitad de la década de los '90 logró posicionar debidamente a Caral, prefiere utilizar el término de sociedad "acerámica" en vez del peyorativo "precerámica" (implicando cierto primitivismo) y eso porque se disponía de abundantes cucurbitáceas (calabazas) cuya cáscara seca servía de recipiente y en consecuencia no necesitaban elaborarlos con arcilla y sus platos se elaboraban de piedra-.
Allí se cosechaba calabazas, algodón y variedades de leguminosas, irrigadas por lo que podrían ser las primeras instalaciones americanas para este propósito. El asentamiento fue abandonado unos hace tal vez unos 1.000 años después por razones desconocidas (algunas de sus estructuras fueron deliberadamente enterradas) y pasó a ser un lugar venerado por los habitantes vecinos, quienes dejaron ofrendas de oro y plata o construyeron templos (incas) en su vecindario.
Al parecer ésta fue una sociedad dominada por sacerdotes, quienes tenían una posición social superior a la del pueblo. Pese a que hoy es un lugar desprovisto de los beneficios de la tecnología moderna, parece haber albergado a la primera “gran ciudad” de América, por lo que privaría al ulterior
Chavin de Huantar del privilegio de ser el eslabón perdido entre las primitivas sociedades igualitarias --donde no hay clases sociales ni liderazgos permanentes-- y la organización estatal, la cual requiere una estratificación social vinculada a privilegios en materia de derechos y poder y un fuerte liderazgo, a menudo heredable. En Caral parece haber habido una clase social privilegiada (sacerdotes y gobernantes), otra inferior (peones) y una intermedia (¿artesanos?). Allí, hace unos 4.600 años, aparece la costumbre ritual de sacrificar a menores de cierta alcurnia. Hasta la Conquista, más de 20 siglos después, los incas también hacían sacrificios rituales de menores.
La importancia de Caral es que nos obliga a averiguar cómo gente que no conocía la rueda, la escritura (pero sí utilizaban
khipus) ni la cerámica, pudo motivarse para formar pacíficamente una ordenada comunidad de tal magnitud. La explicación que hoy podemos suponer tiene que ver con los orígenes de la agricultura en la costa andina y sugiero leer la
nota anexa antes de continuar.
Para que pueda formarse una agrupación humana de miles de personas hace casi 5.000 años debe haber mucha comida, y para construir estructuras monumentales, un ordenamiento jerárquico que no se espera de una sociedad precerámica. La principal fuente de alimentos de Caral era marítima: anchoas, sardinas y mariscos, pese a que eran agricultores y estaban a bastante distancia de la costa. ¿Porqué?: pues porque allí podían cultivar algodón. Con éste y supongo que con totoras, podrían haber fabricado redes de pesca. En la costa aledaña había asentamientos menos evolucionados que ya se veían obligados a producir más alimentos que los que proveía la recolección de mariscos y varazones de anchoas. Para transformarse en pescadores de verdad, necesitaban redes para capturar con eficiencia a las pequeñas anchoas y sardinas. Si las proveía Caral, recibía en cambio una abundante provisión de su dieta principal. Con tanto alimento, crece la población y para controlarla hay que disponer de un estrato con poder de mando para mantener a la población ocupada en las magnas obras comunitarias que nos asombran en Caral y así evitar el desorden y los conflictos armados. Precisamente Caral destruye también la teoría de que los conflictos bélicos obligan a formar comunidades grandes: todo allí parece indicar que era un remanso de paz, lo que fue difícil de digerir para algunos investigadores.
La hipótesis de que Caral fue proveedor instrumentos de pesca y recibía en cambio productos marítimos se refuerza según la experta Ruth Shady con el hallazgo, muy publicitado a fines del 2005, de una organizada comunidad de pescadores contemporánea a Caral, a unos 40km al sur de ésta y 10km al sur de Huacho, con estructuras arquitectónicas que sugieren un cierto orden social. El sitio, denominado Bandurria, muy cerca de la laguna Albugeras Paraíso, ¿podría representar a uno de los proveedores de Caral?: el tema ha suscitado controversias y puede depararnos sorpresas futuras, pero por ahora parece consistente con el rol de Caral que ha definido Shady.
Si estas suposiciones son correctas, es probable que a lo largo de las tierras bajas del Perú actual existieran otros asentamientos Formativos dedicados a a la misma actividad económica. Es notorio que el antecedente poblacional de Chavin de Huantar es costero. Caral y sociedades similares, pudieron haber culturizado a las tierras bajas haciéndolas luego receptivas a la influencia de Chavin y facilitando su extensión hasta Paracas en el sur. Desde allí, como veremos, se empieza a trazar la línea que lleva al apogeo tecnológico del Mundo Andino: Wari y Tiwanaku.
Estas suposiciones sirven para destacar los errores que pueden derivar de la no consideración de la evidencia que no concuerda con las ideas predefinidas de los investigadores. Caral se conoce desde 1905 o antes, pero no se le había dado importancia porque carecía de cerámica (y oro). Era, como alguien dijo, un sitio “anómalo” y como tal se le excluyó de las deliberaciones.
Hubo otros centros ceremoniales y administrativos en el centro-norte del Perú ubicados en la costa, sierra y selva alta y que datan del mismo período. Entre ellas están La Galgada cerca del río Santa (1600msnm), Kotosh en Huanuco (1.800msnm), Tantamayo a casi 4.000m de altura al este de Chavin de Huantar, Huaricoto en el mismo Callejón de Huaylas donde se ubica Chavin, Piruro (1.800msnm) en Cajamarca, Lamabayeque al noroeste de Chiclayo y ¿El Paraíso? (sitio Bandurria) en la costa al sur de Caral y a unos 10km más al sur de Huacho. Caral resalta entre ellas, pero sin duda representa una manifestación más del proceso generador de los primeros Estados americanos en el ámbito de las condiciones favorables condicionadas por la geología marcada por los ríos Marañón, Huallaga y Santa y su comunicación con la actual Colombia y Ecuador, como pronto veremos cuando nos refiramos a Chavin de Huantar, que aparece así como la culminación de un proceso Formativo favorecido por la trama geológica de la región.
Período Intermedio Temprano
Los experimentos agrícolas del arcaico tardío se consolidan, haciendo que la gente salga de sus precarios refugios y se establezca en unidades urbanas con un orden social y empiecen a adquirir bienes, como los utensilios cerámicos, cuya aparición marca el inicio del período. Convencionalmente se acepta que esto se expresa en Arica con el experimento de cultivos de calabazas y cerámica no ornamentada que las imita (“fitomorfas”) durante la Fase Faldas del Morro, hace unos 2.500 años y se consolida con la Fase
Alto Ramírez, la que tenía fuertes lazos con la etnia pukara del altiplano.
Sin embargo, Santoro ha definido una “Fase Azapa”, que antecede a la Fase Faldas del Morro en 1.000 años (1400 a.C.), con cerámica, agricultura y metalurgia. Si es así, cabe discutir si se trata de ariqueños que empiezan a explotar las posibilidades de sus valles, o, como se planteaba con más frecuencia por la tendencia a definir el progreso local como proveniente del altiplano, de los primitivos centros culturales altiplánicos que, como los
chiripas, wankaranis y pukaras, en esa época empiezan a modificar su subsistencia basada en la caza y recolección por la ganadería complementada con la agricultura.
Los inicios de la agricultura en Arica coinciden con el establecimiento de caseríos vecinos a fuentes de agua de nuestros valles, el uso de telares para fabricar telas de lana de auquénidos (
fotos) y de algodón y la utilización de alucinógenos a partir de Faldas del Morro y precediendo a otros lugares de la macro-región (
fotos).
En el valle Caplina (Tacna) hay evidencias de asentamientos formativos de hace unos 1.500 años o menos: los agricultores primitivos de “El Atajo” entre Tacna y Boca del Río y en la parte media (Calientes) y alta del valle, en Miculla, donde varios siglos después se crearía la colección de petroglifos del lugar.
En el altiplano (
foto), los primeros asentamientos formativos aparecen hace unos 4.500 años, coincidiendo con los orígenes de la textilería y la cerámica y hace ya 3.000 a 3.500 años aparecen los primeros indicios de la aventura cultural de los chiripas (1400 a.C.-20 d.C.), wankaranis (1200 a.C.-270 d.C.) y pukaras (en Puno, costa occidental del Titikaka, 250 a.C-380 d.C.), las primeras agrupaciones urbanas mayores del altiplano. De esos antecedentes nacería el Imperio
Tiwanaku al sur del lago, el que transformaría en forma trascendente al Mundo Andino.
Entre tanto, en Perú, la atención del formativo se centra en la cultura Chavin, antaño, antes de saber de Caral, definida como la primera gran organización urbana de la “versión peruana” del Mundo Andino. Aunque no haya sido la primera gran metrópolis, bien puede pensarse que es la cuna de las grandes culturas ulteriores, incluyendo a las precursoras del Tiwanaku y en consecuencia a todo el Mundo Andino.
Chavin de Huantar, a poco más de 450km al norte de Lima y a 3.180m de altura, es un sitio ceremonial de hace unos 2.850 años, el cual alcanza su apogeo hace unos 2.500 años, con una población de unas 3.000 personas y cuya sofisticación arquitectónica (
foto) y rupestre, en muchos aspectos similar al estilo olmeca (
foto) --cultura contemporánea del Golfo de México-- hizo pensar que era el centro de un horizonte cultural que, en función de un concepto religioso, se irradiaba a todo el norte peruano por la gran extensión de su peculiar pictografía abstracta. Nótese que ya utilizaban algo común en el Mundo Andino: los alucinógenos, con pequeños morteros para moler la vilca (
foto), cucharillas y tubos inhalatorios.
Sin embargo, hoy se sabe que “sus colonias” en la costa son unos cinco siglos más antiguas y sus asentamientos son de mayor tamaño, lo que hace pensar que no hubo tal dominio religioso ni sociocultural, sino que, a la inversa, Chavin de Huantar es sólo un bien mantenido centro intermedio que servía al intenso intercambio entre la población de la costa y la de la selva. Por cuanto el estilo artístico, plasmado en cerámica, esculturas en piedra, textiles y láminas de oro, está bien definido y ampliamente difundido, debe haber habido otro centro que irradió su cosmovisión antes que los ocupantes de Chavin de Huantar.
Su ubicación en el callejón de Huaylas --entre las dos cadenas montañosas de los Andes en esa zona-- es estratégica pues un gran ríoparcialmente navegable, el Marañón, corre hacia el norte y forma uno de los afluentes del Amazonas y otro menor, el Santa, drena hacia la costa. Desde ésta y siguiendo al río Santa, se puede cruzar la cordillera atravesando sólo un paso de altura tolerable. Un poco hacia el este del Marañón hay otro río navegable que sigue el mismo curso (Huallaga) y en su cuenca se encuentran asentamientos previos a Chavin, con cerámica, templos y túmulos en forma de pirámide (Kotosh, de casi 5.000 años de antigüedad; Shillacoto más tardío), cerca de la actual ciudad de Huanuco y otros que mencionamos al referirnos a Caral. Un poco más al este y paralelo al anterior, corre el río Ucayali, en cuya cuenca se ha encontrado la cerámica más antigua de Perú.
La primera cerámica del occidente sudamericano se encuentra en la costa caribeana de Colombia y en la península de Santa Elena de Ecuador (Océano Pacífico, Cultura Valdivia), hace unos 5.000 años o más. Ambas eran sociedades semisedentarias que vivían de la recolección de frutos y moluscos y de la caza y pesca de piezas menores y que iniciaban una agricultura primitiva, pero sin constituir una urbe como Caral. En Perú la cerámica aparece en la cuenca del río Ucayali (afluente del Amazonas) hace unos 3.800 años y muy pronto también en la costa norte y central de Perú. Es razonable plantear la posibilidad de que, desde la costa de Ecuador y atravesando la cordillera y ascendiendo por el Marañón y/o el Huallaga y Ucayali, el desarrollo cultural pudo haber llegado a Kotosh y Shillacoto y luego a Chavin de Huantar y de allí a la costa nor-peruana. Tal vez esa sea una vía de tránsito que complementa a la costera. De ser así, el antecedente del Mundo Andino es la costa ecuatoriana pues siendo Chavin de Huantar el primer y más extenso y progresista centro de Desarrollo Formativo del Mundo Andino, no es descabellado suponer que, vía Paracas, pudo haber ejercido cierta influencia cultural sobre
Pukara en la cuenca del Titikaka. Este, a su vez, irradió su cultura hacia el centro de Perú, nuestros valles y el sur del lago Titikaka, donde después se desarrollaría el Tiwanaku, el cual llega hasta Ayacucho en el norte del Perú --región donde se formaría el Imperio Wari-- más o menos en la época en que Nazca, derivada de Paracas, extiende su cultura hacia Ayacucho. Advierto que este párrafo debe considerarse sólo como una atractiva hipótesis de trabajo.
El Período Intermedio Temprano caracterizado por el inicio de la sedentariedad y la cerámica gracias al desarrollo de la agricultura, termina adquiriendo características peculiares propias de cada región, lo que se ha denominado Culturas Regionales y que terminarán absorbidas por los grandes imperios del siguiente Período Medio.
En el altiplano, la Fase Urbana del
Tiwanaku, caracterizada por una sólida y ordenada urbanización, el desarrollo de las construcciones ceremoniales y la adquisición de elementos culturales y técnicas cerámicas y metalúrgicas propias, marca la tendencia a la diferenciación regional en la época en que en Arica aparecen los
cabuzas más o menos en el año 500 d.C.
Paracas-Nazca, inicio de las Culturas Regionales
En Paracas (incluyendo los valles de Chincha, Pisco e Ica) (
mapa), hace unos 2.600 años, la influencia cultural de Chavin impulsa su paso al Formativo con la aparición del maíz y la cerámica. Es la fase Paracas-Cavernas, caracterizada por las
deformaciones artificiales del cráneo, la práctica de extensas trepanaciones craneales de utilidad desconocida y no siempre fatales (manifestación de un culto a la cabeza humana que en Nazca se continuaría en las cabezas-trofeo representadas en la cerámica) y las hondas cámaras mortuorias cavadas en la roca subterránea y comunicadas al exterior por un estrecho conducto, conteniendo hasta 55 fardos funerarios. Un par de siglos después, las tumbas son fosas rectangulares descubiertas, llenas de fardos cubiertos por arena y se define la fase Paracas-Necrópolis, abandonándose casi las trepanaciones y apareciendo los hermosos tejidos bordados, de un colorido y ornamentación impresionantes. A principios de nuestra era, tras un período de inestabilidad (proto-Nazca) posiblemente debido a la intrusión de etnias de otras regiones, evolucionaría hacia la cultura Nazca.
La
Cultura Nazca (100 a.C.-700 d.C.) se asienta inicialmente en el valle homónimo al sur de la zona de Paracas (
mapa) y culturalmente se ubica en la vía del desarrollo de toda la cultura andina --Arica inclusive-- floreciendo tras la decadencia de Chavin como una expresión de la regionalización cultural que afectó al área andina. Lo que más resalta es el desarrollo tecnológico desplegado, el que permitió sostener a una cultura agrícola trascendente en uno de los ámbitos más áridos de la costa del actual Perú. Sin lluvias y con recursos hídricos escasos y que creemos insconstantes, su cerámica, caracterizada por su colorido y representaciones de productos agrícolas felinos, cabezas humanas, halcones y orcas, hace suponer un paraíso de fertilidad que sólo fue posible gracias a una magnífica organización social que permitió la construcción de canales de regadíos, con tramos subterráneos y profundos surcos para captar el agua, la que era almacenada en pozas (cochas). O tal vez disponían de más agua de la que suponemos, como se sugiere en la nota que sigue. Como propone Cornejo y Cols., más que los inmensos geoglifos que aparecieron hace casi 2.000 años y continuaron elaborándose por 10 siglos y que probablemente pueden relacionarse al abastecimiento de agua (
nota), lo admirable de esta cultura es su progreso en una zona tan poco apta para la agricultura y sin grandes centros urbanos. El sitio arqueológico de mayor tamaño es Cahuachi, un centro ceremonial de adobe que comprende pirámides, plazas, plataformas y un conjunto de geoglifos pequeños que parecen miniatutas de las de la pampa adyacente. Muchas de las grandes figuras geométricas tienden a converger en Cahuachi y no hay allí estructuras habitacionales.
No hay nada mágico ni extraterrestre en los famosos petroglifos de Nazca. Su elaboración era bastante simple, bastando marcar la figura en base a una maqueta previa y raspar superficialmente la superficie: tarea de algunos días para una familia o grupo familiar trabajando en conjunto. Tiempo para hacerlo había, dados los posibles excedentes productivos de la comunidad, y razones también: en un universo donde todo es magia y el esquivo recurso acuático era vital para mantener a esa sociedad, había que agradar a los dioses para que lo aportaran, además que servía para cohesionar a la comunidad en torno a un ritual y ocupar el tiempo disponible para evitar una sobreproducción que podría haber generado una explosión demográfica peligrosa para los períodos de sequia. En cuanto a calendario o “mapa” astronómico, algo de eso pudo haber existido, pero sólo algunas líneas siguen coordenadas celestiales. No siempre las gestiones de los andinos tienen las retribuciones materiales que los occidentales siempre esperan...
La gran preocupación por el agua es una conclusión lógica basada en las características del entorno de Nazca, y además coincide con sus ritos. Pese a no estar en la costa y a que una mínima porción de su dieta dependía de productos marítimos, debieron dar gran importancia al mar, tal vez intuyendo que de allí provenía el agua que caía en la cordillera en forma de agua dulce. Quien mandaba allí en el mar, para ellos, era la orca, mamífero carnívoro feroz de la familia de los delfines. La orca es una imagen que resalta en Nazca y figura a veces con sus fauces ensangrentadas en su iconografía. Si los dioses otorgaban agua, el hombre debía satisfacerlos con otro fluido vital: la sangre. La obsesión de la Cultura Nazca por las decapitaciones y la representación pictórica de cabezas chorreando sangre, pudo haber tenido esta explicación. Me imagino dantescas ceremonias de decapitaciones de humanos cuando empezaba una sequia. Luego la cabeza la comían aves monstruosas, el cóndor se encargaba del resto del decapitado y la vida se reciclaba. En el ámbito andino el ser humano es sólo una manifestación de la energía cósmica: a su muerte, se recicla y la vida comienza otra vez, como con los vegetales. Nazca era, precisamente, una comunidad agrícola de excepcional capacidad organizativa, críticamente dependiente del agua que creemos que era siempre escasa. Mantener una organización de este tipo en un ámbito cultural mítico, requiere poderosas motivaciones sobrenaturales...
Tras un primer período de relativa bonanza, circa 300 d.C. intensas sequias crean una crisis que se supera trasladando los poblados a la cuenca del Río Grande. Es entonces cuando se construye la mayor parte del complejo sistema de irrigación y la mayoría de los famosos geoglifos. Hacia el final de esta cultura, producto de la expansión del Imperio Wari, Nazca establece contactos con los Moche del norte.
Así, la Cultura Nazca, que dura unos 800 años, nos introduce en la etapa de las Culturas Regionales como Vicus, Moche, Cajamarca y otros. Mientras Nazca llegaba a un desarrollo que impresiona, en Arica teníamos poblaciones más primitivas viviendo de una economía
agro marítima en la costa (Faldas del Morro y luego El Laucho) y agropecuaria en el valle de Azapa (
Alto Ramírez). Los últimos, de fuerte influencia altiplánica, abandonan el uso de los turbantes que ya se usaban durante el Arcaico Tardío y que hacían furor en la costa peruano-chilena durante la mitad del primer milenio a.C., pero éstos persisten en nuestra costa por lo menos mientras perdura la Fase El Laucho y tal vez hasta la aparición de
Las Maytas (800 d.C.) durante el dominio del
Tiwanaku. En Nazca se utilizaban turbantes de lana similares a los de Arica y si bien no incorporamos sus adelantos tecnológicos, suponer que Nazca de alguna manera influenció a nuestras poblaciones costeras así como el altiplano a las vallunas, es una atractiva hipótesis que tal vez no ha merecido suficiente atención.
Cultura Moche (100-700 d.C.)
Con una cronología más o menos paralela a la Cultura Nazca del centro-sur peruano, los guerreros mochicas del norte del Perú constituyen la más acabada expresión de la síntesis cultural que lleva al desarrollo de las Culturas Regionales. Su legado material más conspicuo es su rica cerámica, típicamente recipientes globulares con un pico y asa estribo de características evolutivas a través del tiempo, decorados con escenas que describen su entorno y actividades comunes: una inmensa variedad de aves, peces, moluscos, reptiles, insectos y toda clase de animales, gestiones para obtener alimentos, batallas, danzas, sacrificios humanos, figuras de hombres con características de animales, peces y aves, retratos que expresan con dramatismo las emociones, una vasta variedad de genitales y una detallada y artística representación de una sofisticada actividad sexual, que incluye también a la de ciertos animales.
Sus construcciones ceremoniales, basadas en la pirámide escalonada que heredaron de la cultura Virú, se levantan con adobes que tienen la “marca de fábrica” de las distintas agrupaciones sociales que colaboraron con el proyecto. A ellos pertenecen las Huacas del Sol y de la Luna, cuyos restos se pueden aun ver cerca de Trujillo, centros ceremoniales muy deteriorados que tuvieron su apogeo con los moche pero que fueron ulteriormente utilizados también por los waris, chimúes e incas.
Los moche de cerca de Chiclayo causaron sensación hace poco más de un decenio cuando se descubrió lo que quedaba de la fastuosa tumba del Señor de Sipán (
foto), cuyos detalles pueden encontrarse fácilmente a través de Internet. Las reliquias se exponen en un museo en Lambayeque, el cual deja un sentimiento de profundo asombro por la riqueza de la ornamentación, el “cruel” sino de los sirvientes y la familia del señor de marras y las asombrosas obras hidráulicas cuyos vestigios son perceptibles aún. Son cosas que nuestra sociedad no podría sustentar, porque se basan en un ordenamiento y obediencia social que no está disponible en el mundo “civilizado”.
Cuando la cultura Moche estaba colapsando, aparece en la región costera norte de Perú la cultura Lambayeque (Sicán), la cual perdura a través del Período Medio y trasciende hasta ser contemporánea y relacionarse estrechamente con la Cultura Chimu post-imperio Wari.
Período Intermedio Medio (influencia Tiwanaku y Wari)
El
Tiwanaku marca lo que se ha definido como el Período Medio de la evolución andina y representa el más fuerte impulso cultural de la “versión circuntitikaka” del Mundo Andino. Tras un Período Aldeano en el Intermedio Temprano, como expresión de las Culturas Regionales, hace unos 1.900 años se produce allí una verdadera “revolución urbana”, formando villas con estratificación social, rodeando centros ceremoniales y provistas de terrazas de cultivo delimitadas por acequias y con un subsuelo diseñado para retener el agua de las lluvias, los sofisticados suka qhalla. En el siglo VII Tiwanaku se expande y define al Período Medio altiplánico de la evolución andina, consolidando su expansión hacia el noroeste argentino y la sierra y costa del sur del Perú y hasta “Qupayapu” (Copiapó), hasta su decaimiento que alcanza niveles críticos hacia el año 1150 y termina con la disolución del Estado un par de décadas después.
En la “versión peruana” del Mundo Andino, el Período Medio está marcado por el Imperio Wari, centrado en Ayacucho (Jaya K’ucho) y que se extendía 1.500km a lo largo de una franja desde los Andes hasta la costa y que al sur terminaba en Moquegua. Este proviene de la expansión de la cultura Nazca a la sierra, su interacción con los locales y la influencia del Tiwanaku.
Puede percibirse la posibilidad de la trascendencia de la Cultura Chavin del Intermedio Temprano hasta los dos imperios del Período Medio vía Paracas-Nazca.
Ambos fueron contemporáneos y tuvieron un límite territorial claramente marcado en Moquegua, aunque se pudieron haber complementado de muchas formas, como el servicio de caravanas de auquénidos que pudieron haber ofrecido los tiwanacotas, contribuyendo a las comunicaciones y a la cohesión de Wari con su costa. Aunque la decadencia de uno pudo haber influido fuertemente en la del otro, representan dos estilos socioculturales distintos. Wari --posiblemente el primer esbozo de imperio en la Américas-- era urbano por excelencia, despótico y etnocida, en contraste con la tendencia al suave estilo de dominio a través de lo cultural y religioso del Tiwanaku. Lo anterior no excluye que ambos eran aficionados a los sacrificios humanos, especialmente de enemigos vencidos.
Período Intermedio Tardío
En el siglo XII los imperios han colapsado y nuevamente quedan las regiones libres para definir su vida de acuerdo a estándares locales, sin mucho progreso tecnológico pero refinando algunos aspectos específicos. Es el Período Intermedio Tardío, caracterizado por la aparición de Desarrollos Regionales en todo el Mundo Andino, incluyendo al noroeste argentino.
Liberados de la dominación Wari tras su colapso, en el norte del Perú se desarrollan Señoríos Regionales que difieren de la Cultura Arica en que no estaban tan fraccionados en cacicazgos, no se relacionaban tan intensa y trascendentemente con sus orígenes (el altiplano en nuestro caso), debieron preocuparse de crear y mantener sofisticados sistemas de regadíos y que tenían tanto oro que sus jerarcas resplandecían como pocas veces en el Mundo Andino.
La Cultura Chimu se extiende desde al año 1100 hasta que fueron conquistados por los incas más o menos en 1475. En una extrema abstracción, podría decirse que, a través de Lambayeque, son la continuación de los Moche después del Imperio Wari. Siguiendo la tónica de la “versión peruana” del Mundo Andino, constituian una organización social centralizada, con una marcada jerarquia social basada en la agricultura en una zona (Trujillo) donde la disponibilidad de agua es limitada, con una gran sede urbana, la fantástica ciudad de Chan Chan, con 10.000 recintos construidos en barro en una extensión de 28km2, con paredes hermosamente ornamentadas (
foto) y servida por canales de irrigación de hasta más de 30km. Para dominar a los chimúes, la estrategia incaica consistió precisamente en redireccionar los flujos de agua. Tiene que haber existido una sofisticada organización social para sostener a una ciudad de esas proporciones. Aun quedan vestigios de ella, deteriorados por la acción de los fenómenos meteorológicos, pero principalmente por el saqueo de los conquistadores “civilizados”.
Los chimúes fueron eximios joyeros, elaborando piezas de oro excepcionales. En contraste, su cerámica es menos vistosa que la de los Moche del Intermedio Temprano (se pierde el colorido, resultando en piezas habitualmente negras) (
foto).
Sometida por el último jerarca Chimu --el ambicioso Minchancamon-- y similar en muchos aspectos culturales pero de más antiguo origen, la cultura Lambayeque se inicia cuando colapsaba la cultura Moche y mantiene su identidad a través del período imperial Wari. Tras éste, sus manifestaciones parecen haber sido “chimuizadas” más allá de lo que la evidencia disponible autoriza, pero comparten principios arquitectónicos, de estructura económica, sofisticación hidráulica y la coloración negra de su cerámica, si bien hay detalles que los diferencian.
Si este texto hubiera sido escrito antes de 1997, cuando se activó el interés por los chachapoyas, ni éstos ni los caral habrían figurado, pues el reconocimiento de su importancia es muy reciente.
Los chachapoyas constituian una etnia extraña de feroces guerreros altos y de tez clara, que usaban un adorno de hueso o metal en la nariz y que ocuparon las tierras selváticas y lluviosas de la vertiente oriental de los andes al norte del Perú y al este del río Marañón. Su nombre, probablemente impuesto por los incas que los conquistaron más o menos en 1470 y luego utilizaron como guardaespaldas, significa “gente de las nubes”, seguramente debido a que vivían en un territorio muy lluvioso y construian sus asentamientos en lo alto de los cerros o en lugares que facilitaban la defensa contra ataques de otras comunidades de la misma etnia, pues no parece que hubieran debido enfrentar a otros grupos antes de los incas.
La población era muy numerosa, a juzgar por la gran cantidad de asentamientos con sus típicas y hermosas casitas redondas de paredes de piedra, con un alto techo cónico vegetal y construidas sobre una plataforma de mayor diámetro, también circular. Algunos de los asentamientos eran de gran tamaño, como Gran Vilaya, con 20.000 construcciones, pero no parece haber existido un ordenamiento político que unificara todo el territorio de los chachapoyas.
Al morir, los miembros privilegiados de sus comunidades eran conservados en chullpas, casas tumbas que ubicaban en lugares protegidos del deterioro de las abundantes lluvias. Particularmente espectaculares son algunas de éstas enclavadas a gran altura en muros verticales de piedra a cientos de metros del suelo, casi inaccesibles.
Hace pocos años se descubró una villa de 150 construcciones en la selva virgen, que se cree que es la ciudad perdida de Cajamarquilla y cuya ubicación exacta no se ha revelado para protegerla de los
huaqueros los cuales, precisamente al destruir estúpidamente más de 200 de estas momias en 1997, estimuló el interés oficial por proteger los restos de los misteriosos chachapoyas.
Ya describimos la evolución e identidad del
mundo aymara. No repetiremos lo escrito, pero es oportuno preparar el terreno para explicar el origen de los incas en las próximas páginas, con lo cual terminaremos este somero resumen de la aventura cultural andina. La caída del Tiwanaku, cualesquiera fueran sus causas, tal vez (¿?) no terminó pacíficamente del todo (hay una imprecisa versión que afirma que el imperio fue atacado por hordas de aymaras provenientes del sur, posiblemente Tucumán y Copiapó y Coquimbo, destruyendo a su capital Taypikala (de
taypi = centro y
kala = piedra, ahora Tiwanaku) y finalmente instalándose en el altiplano en forma de diversos reinos a veces antagónicos (collas y lupacas). Estos reinos deben considerarse como elementos concordantes con los Desarrollos Regionales del Intermedio Tardío.