Timalchaca, el Santuario de Ticnamar
Para un capitalino acostumbrado a mirar sin ver y a vivir sin comprender, Arica puede ser una ciudad chata, fea, polvorienta, vieja e intrascendente. Para mí, es la joya y el ombligo de América.
En otras publicaciones hemos esbozado la historia de Arica y su trayecto como asentamiento humano a lo largo de todo el Holoceno, 10.000 años del período geológico más reciente de nuestro planeta, lo que es miles de veces más de lo que puede exhibir Santiago. Eso no tiene ninguna gracia, pues buena parte de lo escrito se puede encontrar en los (poquisimos) libros disponibles. Pero hay visiones y vivencias inéditas que me impresionan pues representan lugares o situaciones en los cuales veo que Arica proyecta raíces que se profundizan en su extraordinaria historia y en la intimidad del ethos andino, versión Arica. Son pantallazos que ilustran simbólicamente mi predicamento en cuanto a que Arica es mucho más que un país, un botín de guerra o una ciudad polvorienta y descuidada. Son lugares que me muestran cuán profunda y peculiar es Arica en lo histórico, étnico y cultural. No es extraño que Timalchaca me parezca uno de los más impactantes ejemplos de la Arica Profunda, puesto que lo mismo le pasó circa 1990 a Malú Sierra, autora de Aymaras, los Hijos del Sol (Donde Todo es Altar).
El 21 de noviembre se celebra allí la fiesta de la Virgen de los Remedios. El año 2000 la saludaron 14 Compañías de Baile, casi todas de Ticnamar y Arica y con la más antigua de ellas, el alcalde de la comuna de Camarones, don Francisco Humire, agradeció bailando (muy bien según testigos) los favores concedidos.
A 19km del cruce con el camino que lleva a
Ticnamar (ruta A-31) desde el sur, allí donde la pampa de Oxaya extiende una delgada prolongación entre las entrañas montañosas del este y siguiendo la ruta A-319 por unos 15km se llega a Timalchaca (Lat.18º41'S, Long.69º25'O), una agrupación de una docena de casas deshabitadas, una iglesia de 1877 y principalmente, EL santuario de Ticnamar, una de nuestras joyas serranas.
Puede parecer extraño que tamaña iglesia, con tantos adornos y tan venerada, se haya construido donde nunca hubo un pueblo bien establecido, pero eso tiene una explicación que he intentado esbozar en otras publicaciones.
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Iglesia de Timalchaca, año 2000.
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El retablo de la iglesia de Timalchaca en el año 2000.
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Poco antes de llegar, me detengo a hacer los honores al cerro Marqués en la
apacheta de la Cruz, donde antes los peregrinos se detenían para bailarle y hacerle ofrendas al Mallku --espíritu protector-- del lugar. Antaño, a las apachetas se les tiraba una piedra, se dejaba un trozo de la ropa o el pikchu (akulliku o bola de coca) que se venía mascando (chacchando en otras partes), pero hoy se le hace cariño con latas de cerveza o se estrellan contra ella botellas de licores "finos". Supongo que los "gringos" deberían pegar en las piedras el chicle que mascan. Yo sacrifiqué una de mis tres naranjas.
No era día de fiesta, así es que no me costó dar con la única familia que habita el lugar. No tiene nada de raro que a la primera persona que veo y con quien hablo ya la conocía yo muy bien: la pastora Rosa Rosalía Castro,
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Las pastora Rosa Ralía Casto y su nietecita Nicole, año 2000.
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una de las heroínas del citado libro de Malú Sierra, quien elige precisamente a Timalchaca para iniciar su descripción del Mundo Aymara. No viajé a Timalchaca por el libro aquel y en realidad me había olvidado que ya había visitado "virtualmente" al poblado, pero al llegar se me reaparecieron todos los párrafos que Malú Sierra le dedicó a Timalchaca y a su pastora. Le pregunté su nombre por cortesía, pero ya la había reconocido con sólo verla. ¡Bravo! Malú Sierra, buen trabajo.
Por lo dicho sería torpe tratar de describir las calificaciones de la pastora para tener categoría de personaje central de un libro, mejor lo compran y lo leen con detención pues es un magnífico ejemplo de cómo los no-académicos podemos contribuir a la comprensión del Mundo Andino. Tampoco le he pedido permiso a doña Rosa para relatar detalles de su vida personal. En esa ocasión vivía con Nilda, una de los 5 hijos y don Claudio Mollo oriundo de
Cobija. Nilda tenía por entonces tres hijas hermosas, Scarlet de 1 año, Romina de 3 y
Nicole de 5. Me reciben con cordialidad y pronto aparece doña Licha, de Ticnamar, llegada para los preparativos de la fiesta, cargada de panes amasados entre sus brazos, dos de los cuales pasan a ser míos tras un sonriente "sírvase un pancito".
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La Sra. Licha de Ticnamar.
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En retribución, allá van las dos naranjas que me quedaban. Entre paréntesis y hablando de pan, en el Ticnamar antiguo había tres hornos para hacer pan como el que me regaló doña Licha, el cual era golosina propia de las fiestas pues en los días comunes había que contentarse con el pan de gallo (tonco jimp’i, maíz tostado, llamado “canchitas” en Perú).
Uno de los hornos, el de la tía Dominga, se salvó de la avenida del río y estaba (me parecía operativo) en un hermoso paraje en la parte baja de lo que queda del poblado. La crecida de río del 2001 se lo llevó:
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Horno de barro de Ticnamar Viejo.
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La iglesia que conocí el año 2000 reemplazó en 1877 al templo original. Es inusitadamente grande, curiosamente carente de imágenes de Cristo, recién pintada de blanco, con un reloj eléctrico doméstico colgado en su fachada entre columnas centenarias, tiene un lindo altar al estilo andino dominado desde lo alto por la pequeña y graciosa figura de la Virgen.
Ella llegó, calcula el Padre Urzúa según su libro “Arica, Puerta Nueva”, en 1857, en forma de una paloma encontrada por un pastor en una colina adyacente, hoy llamada Calvario, cerca de una vertiente que nutre a unos ejemplares de "ñuñumalla", un arbusto que crece en Ticnamar. Cuentan que, al intentar atraparla, ésta dio tres saltos y se transformó en una especie de medalla o miniatura de la Virgen o, al decir de los fieles contemporáneos, "una especie de corazoncito que latía". Allí hay ahora tres "novenas", pedestales que sostienen sendas cruces originalmente blancas como palomas, que dejan entre sí un estrecho espacio que hay que cruzar de rodillas so riesgo de morir a un año plazo. "El Milagro", lo que dejó la paloma, se dice que se guarda en el pecho de la estatuilla de la Virgen.
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“Novenas” de Timalchaca. Al fondo, un calvario.
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Calvario en Timalchaca. Nicole, año 2001
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Cuando en 1948 empezaron las lluvias torrenciales que terminaron llevándose a la mayor parte de Ticnamar Viejo, los lugareños hacían romerías acompañando a niñitos "puros e inocentes" de cortos años, quienes presentaban a la Virgen muñecos de niños ricamente engalanados para pedir su protección. Hay una de esas muñecas en el altar, de ojos azules, vestida con ropa de satín y una vistosa túnica bordada, portando ch’uspa (bolsa policroma para las hojas de coca), quena y zampoña:
Hay también una figurilla de "
San Santiaguito", personaje muy querido en la sierra que necesita por sí solo un capítulo entero.
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Ap{ostol Santiago Matamoros y Mataindios en Timalchaca.
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A ambos lados del altar, las murallas laterales muestran frescos barrocos. Uno de ello es una representación de Jesús entrando a Jerusalem montando a un burro.
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Jesús entrando a Jerusalen, montado sobre un burro y portando a un ramo. Pues ese evento se celebra durante el Domingo de Ramos. Los ramos eran esparcidos por los fieles en el suelo del trayecto de Jesús. Pintura mural de la iglesia de Timalchaca. Un detallito: se le dibujó usando estribos, los cuales aparecen en el ámbito del Imperio Romano sólo en el siglo VI...
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Cuando empiece la fiesta, cuyo objetivo es saludar a la Virgen con los típicos bailes de las Compañías, los alféreces esparcirán hojas de coca (”phawa”) y se responsabilizarán de que no falte el "caliente", preparación de té --leche evaporada y/o cacao o chocolate en otras partes-- saborizada con canela y naranja a la que, cuando no está demasiado caliente a fin de que no se evapore el alcohol, se le agregará cocoroco --alcohol de 96º-- que llega en latas desde Bolivia.
De lejos, me espía Nicole con curiosidad, aun impresionada por la magia de mis fotos digitales y la promesa de que su rostro lo podrán ver de todas partes del mundo a través de ésta y otras publicaciones. Toda ella, su ingenua inocencia, su vestimenta, la profundidad y expresión de sus ojos, su existencia misma y especialmente su futuro, me pareció una síntesis de lo que es Arica en lo profundo, violentamente zarandeada por las consecuencias de la gestión de caucásicos irreverentes portadores de intereses financieros, religiosos y hegemónicos que hubieran borrado del planeta a un pueblo menos hábil para sobrevivir y adaptarse.
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Nicole de Timalchaca, año 2000.
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Han sobrevivido y continúan haciendo historia andina, pero hay bemoles de su adaptación que me parecen patéticos e inmerecidos. Así ha progresado la humanidad en todas partes, pero me sublevo ante la agresión adicional del centralismo, el cual sólo parece respetar a los estereotipados capitalinos. Viendo después mis fotos, un experimentado educador de genotipo andino no pudo reprimir un "¡Por Dios que hago falta allá arriba!" ¡Bravo!, profesor, cuenta con mi respeto.
Un tanto triste, bajo hasta
Mullipungo al atardecer, molestando sin querer a un suri o ñandú.
que arranca torpemente siguiendo el borde del camino, como las liebres de
Belén. Pasaré la noche en ese lugar mágico, con la esperanza de racionalizar con los responsables del futuro de Nicole ante el espíritu de la tía Justa y el de la Sra. Erminia (las últimas habitantes de las majestuosas cuevas vecinas) y el de los muy pretéritos cazadores que llenaron algunas de las cuevas con pinturas rupestres. Tal vez ellos la cuiden, profesor...
Volví a Timalchaca al año siguiente (2001), en el transcurso de varios viajes al interior guiando a la productora de cine Bellavista para grabar una serie de videos que se expusieron vía televisión y en el Aeropuerto de Santiago. En Timalchaca, el director de la productora, Fernando García, grabó algunas faenas de,pastoreo de la pastora Castro.
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Fernando con Nilda, la madre de Nicole.
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Él también quedó encantado con Nicole.
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Sin darme cuenta, pasaron varios años hasta que volví a Timalchaca en marzo del 2014. El poblado se veía igual que en el año 2000,
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Una de las dos calles de Timalchaca.
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salvo por una estructura metálica para soportar un techo transitorio frente a la iglesia.
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Iglesia de Timalchaca, año 2014.
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Pero la pastora Castro había cambiado mucho. Ahora vivía sola en ese recóndito paraje (no le quise preguntar desde cuándo) y estaba deprimida (”cansada” dijo). Algunas de sus llamas estaban siendo devoradas por pumas y otras eran fecundadas por guanacos resultando en una cría que pronto, como los guanacos, se iba a vagabundear. Se sentía abandonada, Nicole no la visitaba desde hacía un año y parece que poco veía a su hija Nilda, quien aun residía en
Ticnamar, si bien uno de sus hijos, quien reside en
Parcohaylla, la había visitado el día anterior. Se había enemistado con la Sra. Licha, estaba cansada de cuidar a su ganado, pero parecía claro que ella nunca dejaría a Mullipungo.
“A Ud. la conoce el mundo entero porque es personaje de un libro, ha sido vista por decenas de miles de personas por Internet y hay películas dedicadas a Ud.” -- le dije. “Sí, todo Chile me conoce, pero yo no conozco Chile, he pasado toda la vida cuidando a mi ganado” --me respondió.
Conversamos largo rato y sólo conseguimos que sonriera cuando mi ahora ex-esposa, María Isabel Castro Yévenes, le dijo algo así como “las dos somos Castro, así es que Ud. es tía mía y las Castros somos fuertes y valientes”. Creo que le aportamos ánimos y fuerza para seguir su destino y algo de alegría o al menos un poco de entretención. Pero nosotros volvimos a Arica procupados por ella y nos hicimos el propósito de volver en cuanto termináramos varios proyectos pendientes.
Eso tomó más tiempo que el esperado y volvimos en septiembre del 2015. Seguía sola pero de mejor humor. Le llevamos una torta y galletas y la invitamos a tomar once con nosotros. Le instalamos una mesa en la plaza frente a la iglesia, le servimos té y conversamos de sus animales y de su familia ausente. Le alegró nuestra visita, nos habló sonriendo y se despidió cobrándome las fotos que le saqué el año 2000. No tardaremos en volver a visitarla.
Casi al atardecer iniciamos nuestro retorno a Arica. Una pareja de
Pericos Cordilleranos aparecieron para despedirnos a nombre de todos los animales de Timalchaca, los amigos de Rosa Rosalía...
Si se parte desde
Ticnamar en dirección a
Timar, hay que cruzar dos ríos: el que se llevó a la mitad del antiguo pueblo en 1959 y poco más allá el que baja desde Timalchaca por la quebrada de Oxa y que pronto vertirá sus aguas al río Ticnamar. Esa quebrada ya la describimos, pero tiene mucho más que contarnos. Más o menos a media distancia entre el cruce con el camino a Timar y Timalchaca, aparecen unos farellones verticales que se prolongan bajando en dirección a Ticnamar. Hemos llegado a Mullipungo (coordenadas omitidas para evitar destrozos), ubicado a unos 3.500m de altura. Lo visité por primera vez el año 2000.
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Inicio de la quebrada de Oxa, en Mullipungo.
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Mullipungo, vista hacia el occidente.
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Mullipungo, vista hacia el oriente, año 2013.
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Mullipungo es un sector de la quebrada de Oxa que se caracteriza por sus hermosas formaciones rocosas, las que dan lugar a numerosas cuevas o más bien aleros, cuatro de ellos adornadas por decenas de pinturas rupestres. Hacia Timalchaca, la quebrada se estrecha hasta formar un delgado pasadizo rocoso que a penas deja pasar a una persona, por donde fluye el agua que pronto encontrará amplio espacio a medida que, río abajo, la quebrada se transforma en un valle precioso lleno de recovecos interesantes.
En Mullipungo nace el valle que desciende, pero hacia arriba se bifurca en la garganta rocosa descrita y en una corta quebradilla rocosa ciega en forma de embudo que se dirige al sur y cuya parte terminal está profundizada por pircas de piedras para impedir que los burros salvajes, correteados hasta allí por decenas de lugareños gritando mientras persegían a galope de caballo a la manada, pudieran escapar de los valientes atrapadores quienes, agazapados tras las pircas, saltaban sobre uno de los frenéticos animales en medio del caos de la trampa, para controlarlo por sus orejas ("allí está la debilidad del animal") y luego, cuerda al cuello y jalándolo del hocico, lo cargaban en un camión con otros 20 congéneres que viajarán a Arica para que Cecinas Bellet los convirtiera en rica mortadela.
Había dos
chaqu o trampas principales cerca de Ticnamar: la de Mullipungo y otra en la Quebrada de Jiphilla, camino a
Timar, en Lat.18º39'46"S Long.69º32'35"O.
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Chaqu, trampa para burros en la quebrada de Jiphilla.
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Estas fueron ideadas por los incas en el siglo XVI y hay otra restaurada cerca de
Putre y de fácil acceso.
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Chaqu incaico cerca de Las Cuevas, un poco al oriente de Putre, Lat. 18°11'28.07"S, Long. 69°25'34.88"O.
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La caza de burros salvajes se perfeccionó en Ticnamar hace unas nueve o más décadas, cuando futbolistas entusiastas encontraron una manera de financiar sus camisetas, balones y equipamiento en general. El negocio era bueno y contribuyó a financiar las deudas que los vecinos adquirieron cuando hace unas seis décadas decidieron comprar un equipo electrógeno para iluminar al pueblo. Por entonces las expediciones de caza ocupaban a decenas de vecinos, con misiones específicas claramente definidas y con una bitácora que consignaba los detalles. Se siguió cazando burros después de adquirido el generador de electricidad, pero ya con fines de enriquecimiento individual, hasta que se les exterminó (casi) con armas de fuego. En el año 2000, la Sra. Rosa de Timalchaca no había visto burros por años, pero sabia que más abajo había un piño que se está reproduciendo y en esa fecha yo ví a una pareja cerca de
Saxamar.
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Burros salvajes en el vecindario del pukara de Saxamar, año 2000.
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Hoy (fines del 2015), hay señales que indican que han proliferado consistentemente.
En 1977 falleció la última moradora de las cuevas de Mullipungo, doña Erminia Ape. Se instalaba en una paskana (refugio provisorio) ubicada en una de las cuevas con antiguas pinturas rupestres,
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Paskana de la Sra. Erminia.
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esa en la que utilizaron un fuerte amarillo ocre en vez del rojo oscuro habitual para dibujar a un grupo de camélidos seguidos por 2 hombres con un bulto a la espalda al estilo de los
q’ipi (se pronuncia "kepe") contemporáneos, donde se lleva el
cocavi consistente en maíz tostado ("pan de gallo" o
tonco jimp’i), queso y
ch’arkhi:
Otra pastora contemporánea de ella, recordada con cariño, era la tía Justa Chipana, viuda de origen boliviano que criaba cabras y corderos en una quebrada vecina, con estadías temporales en Mullipungo y Timalchaca.
Volviendo a las cuevas, al extremo opuesto de la "habitación" hay un panel con enigmáticas figuras en rojo ocre, que jamás había visto, parecidas a langostinos o fuegos artificiales y que las encontré designadas como "fosfenos" en una revista técnica.
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Algunos de los fosfenos de las pictografías de Mullipungo.
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Fosfeno es una luz que se percibe pero que no existe, ya sea por patología visual o alucinaciones. Otra cosa más que pasa a mi archivo de incógnitos...
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Otras figuras de las pictografías de Mullipungo.
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Una vez más me invade el aura de magia y misterio de las quebradas. Hay cientos de recovecos, corrales, pircas y estructuras que ya no saben cómo contar su historia. En las cuevas dibujadas hay cientos de imágenes de distinta data, la mayor parte representando auquénidos y pintadas por individuos de hace unos 3.000 años hasta casi el presente, en una liviana estimación cronológica. La evidencia disponible corrobora mi percepción de vibraciones mágicas, pues los artistas no vivían en esas cuevas, sino que las ocupaban para ritos mágicos asociados a la caza y/o cría de auquénidos.
La magia flota en Mullipungo: al anochecer, me parece sentir el tronar de las manadas de burros arrancando para salvar sus vidas, los gritos de sus organizados y valientes captores, adivinar los pensamientos secretos de la tía Justa cuando no estaba pastando a sus animales en las colinas abiertas vecinas a Timalchaca, vibrar con la mística de los artistas arcaicos y hasta me veo recolectando productos de las pequeñas
andenerías (terrazas agrícolas) hoy abandonadas, y al fin me duermo creyendo que estoy bailándole a la
apacheta de La Cruz para honrar al cerro Marqués. Debiera sentirme solo pues no hay humanos en 10km a la redonda, pero en la magnífica oscuridad de la noche andina me visitan, entretienen y protegen los espíritus de mis arcaicos amigos. Hasta me prepararon un "caliente" virtual mientras dormía, pero no se me aparecieron fosfenos. En sueños, recordé que Malú Sierra, en su libro "
Aymaras, Los Hijos del Sol" dedica párrafos elogiosos a Cornelio Chipana, criado en Timalchaca e hijo de una pastora, quien llegó a ser profesor de historia de la Universidad de Chile e investigador del Instituto de Antropología de la Universidad de Tarapacá y quien como a partir del 2005 se vio envuelto en un turbio asunto de dineros fiscales destinados a los indígenas. Hasta el año 2012 se encuentra procesado junto con quien algunos años después fuera uno de los más tristemente célebres alcaldes de Arica: Waldo Sankán. Justa Chipana era tía de Cornelio...
Mullipungo-Timalchaca era todo un universo en sí, parte de un mundo que Chile, sin saberlo, destruirá por no haber aprendido a respetar a las minorías y por creer que lo mejor para ellos es irse a trabajar en los más bajos niveles laborales de la urbe e imponerle su capitalista concepto de territorialidad. ¿Es que no puede haber chilenos que vivan dignamente con prioridades diferentes a las de los santiaguinos?