A unos 5km al norte de
Ticnamar si se sigue el camino vehicular actual, se llega a este pequeño poblado (Lat. 18°32’, Long. 69°30’O), con una docena de casas y hoy con muy pocos habitantes pero muchos residentes de Arica que todos los 29 de agosto celebran allí la fiesta de la Virgen Santa Rosa de Lima, la patrona del lugar. Lo que más llama la atención del lugar es un iglesia de construcción relativamente reciente, aparentemente sobredimensionada para el número de residentes estables (
foto). Pero en épocas prehispánicas fue un lugar de importancia a juzgar por el pukara vecino.
La iglesia tiene su historia. Hace unos 100 años o más (no se tiene una fecha exacta) se destruyó la iglesia antigua y la estatuilla de Santa Rosa y la de la Virgen Inmaculada se guardaron entonces en Ticnamar hasta que la pequeña comunidad de Saxamar pudo levantar una iglesia nueva en 1986 y luego, con gran pompa, trasladaron a las vírgenes a su pueblo en una larga procesión (unos 15km), gestión que llena de orgullo a quienes nacieron o vivieron allí. Posteriormente, en 1996 se construyó el nuevo campanario, remodelado al año siguiente porque su cúpula no parecía tener el diseño adecuado.
Como ocurre en otros poblados de la sierra con otros santos patrones, la devoción a Santa Rosa demuestra la fuerza del culto al ícono por encima del dios cristiano y de su hijo, una clara expresión del resultado sincrético de la catequización, el que aun sigue privilegiando al mallku local (espíritu tutelar, ver
achachilas), hoy en la identidad del santo patrón de cada pueblo. Durante las fiestas, sólo el curita intenta referirse a Dios y en la iglesia de Saxamar hay un crucifijo en un rincón al cual no se le presta mucha atención.
El año 2004 fui invitado a participar en la fiesta, una barroca sucesión de presentaciones de la banda musical, saludos danzantes a la virgen (
foto), ceremonias religiosas en la que se alternan rituales ancestrales con los de la Iglesia Católica actual (
foto), harto modificados para que calcen con las expectativas de tan peculiares fieles: ”
phawa” de hojas de coca seguida de una porción de “licor fino” --término que se refiere a licores dulces como el cointreau-- (
foto) y degustación de
kalaphurk’a (
foto) y una procesión de las estatuillas de las vírgenes matizada por sermones del cura y estallidos de petardos en las “estaciones”, las que en Saxamar son las esquinas del templo (
foto).
Instalé mi carpa bajo unos inmensos eucaliptos y durante las festividades disfruté de la amabilidad de los organizadores, tratando de mantenerme al margen de los ríos de cerveza que fluian interminablemente (aunque disfruté de un par de porciones de "caliente", preparación de té --leche evaporada y/o cacao o chocolate en otras partes-- saborizada con canela y naranja a la que, cuando no está demasiado caliente a fin de que no se evapore el alcohol, se le agregará cocoroco --alcohol de 96º-- que llega en latas desde Bolivia) y tomé muchas fotos.
Es curioso que el peculiar fenómeno de las fiestas patronales, incluyendo a las
Cruces de Mayo, haya recibido tan poca atención. Sería interesante que sociólogos y/o antropólogos ahondaran en el tema: hay allí mucho hilo que enrollar y todo lo que he visto me confirma la creencia en una dualidad de culto que involucra sin mayor inquietud aun a los descendientes "occidentalizados" de la sierra y que han hecho una vida "normal" en la ciudad desde niños. Sólo he encontrado un poquito de esto en las publicaciones de Juan van Kessel, quien propone que los andinos incorporaron la "
liturgia cristiana más que su esencia doctrinaria". Lo interesante es que esto se mantiene hasta nuestros días y con bastante inversión en tiempo y dinero lo gestionan personajes bien asentados en el ámbito del ethos chilensis.
En general, los poblados agrícolas de la sierra (precordillera) de Arica-Parinacota los empiezan a formar los habitantes de los valles de Arica a partir del año 1000. Doscientos años después se establece en ellos un imprecisable componente aymara, etnia foránea (de otro ámbito geo-político-social) proveniente del altiplano y luego, a partir del año 1300, ellos soprepasan a los ariquenos y controlan así la cabecera de los valles. Pero hay excepciones y una de ellas es el pukara de Saxamar, el que se inicia tardíamente, cerca del año 1400 y tuvo en consecuencia una corta vida.
La primera vez que visité este pukara (año 2000), a unos 45 minutos de camino aguas abajo desde el poblado de Saxamar (Lat. 18°33'S, Long. 69°30'O), llovía en la cordillera y de cuando en cuando se escuchaban fuertes truenos, a ratos me caían gruesos goterones y el cielo se alumbraba con relámpagos. Siguiendo la pampa al sur del río a unos 3.000m de altura, el camino, lleno de piedrecillas y de esas pelotitas espinudas de cactus, es casi plano y en partes queda el trazado de un ancho camino preincaico que comunica al pukara con Lupica --donde hay ruinas de un poblado prehispánico-- incluyendo una
marka de una altura poco menor que la de un adulto (
foto).
Solo, fascinado por el entorno, mis pensamientos divagan entre el imaginarme a los indígenas que transitaron por el lugar hace más de 600 años y mi conocimiento del peligro de las tormentas eléctricas. Podría decirse que no hacía mucho no pasaba un año sin que un rayo matara o quemara gravemente a un pastor de nuestra cordillera. En el Mundo Andino antiguo, los que sobrevivían a este ataque del dios Illapa eran considerados “puros” pues habían muerto pero los dioses le habían permitido seguir viviendo. Eran pues buenos candidatos para ser yatiri en el ámbito aymara y “
pongo” del Apu Urqu (señor cerro) en el quechua. El
yatiri (“el que sabe”) es quien se comunica con lo no humano, ejecuta la liturgia de las ceremonias como la “mesa” y la
wilancha, sabe leer lo que auguran las hojas de coca y suele actuar como médico para diagnosticar y espantar el mal a través de “mesas” y oraciones y hasta como adivino, como para localizar ganado robado (
nota). El pongo quechua es el que se comunica con el poderoso ente que es el cerro que controla el lugar (
Apu Urqu en quechua,
Mallku en aymara) y quien le entrega, en forma muy privada, el
pagapu (ofrenda) de coca, alimentos y bebidas que frecuentemente le ofrecen los humanos. En forma más general, pongo designa en el Perú rural a un sirviente o peón. Probablemente en la situación descrita en el texto, el personaje es el sirviente-guardián del espíritu del cerro.
Pero no me cabía duda que a mí Illapa me mataría si decidía atacarme, por lo que me mantuve pendiente de los signos premonitores de su enojo: un rayo cuyo ruido llega demasiado rápido, el cabello electrizado o hasta una sensación de cosquilleo en el cuerpo. Del Internet había aprendido que en un terreno abierto y plano como éste hay que alejarse de los árboles y promontorios rocosos, separarse unos 5 metros de los acompañantes y encuclillarse apoyado sólo sobre la punta de los pies, con los talones contactándose y ambas manos tapando los oídos (trate de mantenerse así por más de un minuto y verá cuán inescapable es la furia de Illapa). Por suerte esa vez el dios no me consideró presa válida. Tal vez Illapa me dejó pasar para que pudiera relatar la belleza del lugar...
Aparecen algunas grutas pircadas (paskanas) y luego se empiezan a ver los detalles de un cerro cónico de poca altura y en su base se adivinan restos de
andenerías y canalillos que hoy no tienen agua.
Contorneándolo por el norte se llega al pukara (poblado con estructuras defensivas), el más grande de la región, emplazado en una especie de gran triángulo cuya base es el fin de la pampa que acababa de atravesar, su lado septentrional es el río y el meridional el vallecillo que forma el río Ticnamar y que lleva a Estrella, un pequeño caserío vecino.
El pukara fue construído siguiendo una elaborada planificación. En su inicio, en el lugar de menor altura, estaban los corrales.
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Sector de corrales del pukara de Saxamar.
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Más arriba estaba el sector de colcas comunitarias (depósitos de almacenamiento de alimentos).
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Colcas comunitarias del Pukara de Saxamar.
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Y en la parte más alta estaba el sector habitacional, centenares de recintos circulares o elípticos delimitados por pircas de doble hilada y ubicados desordenadamente pero de tal manera que suelen delimitar angostos pasajes con pasillos de circulación entre las estructuras.
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Estructuras habitacionales del pukara de Saxamar. entre las cuales hay colcas más pequeñas, domésticas:
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Colca doméstica del sector habitacional del pukara de Saxamar.
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Recinto habitacional del pukara de Saxamar. La “puerta”, delimitada por piedras grandes, lleva a un recinto circular en cuya pared del fondo está pintado el 580.
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El sector habitacional llega hasta la cima del cerro.
Hay muros defensivos a media altura:
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Muros defensivos del Pukara de Sazamar.
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La ladera oeste del cerro lleva a un promontorio de roca, cerca del cual están las tumbas, formadas por una excavación estrecha de paredes estabilizadas por piedras planas, las que cerca de la superficie forman una especie de bóveda que deja una apertura más estrecha en el centro, todas desocupadas en la actualidad .
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Pukara Saxamar. Cista funeraria de techo semiabovedado.
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La vista desde la cima del cerro es espectacular.
La primera vez que visité el lugar, en el año 2000, desde allí ví por primera vez a una pareja de
burros salvajes, los que casi llegaron a desaparecer pero hay, en el año 2015, indicios claros de ya no tan escasos ejemplares.
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Burros salvajes en la periferia del pukara de Saxamar, año 2000-
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Como
Huaihuarani y
Laco Alto, todos de un tamaño que haría pensar en una larga historia, la evidencia ceramológica sugiere que Saxamar tuvo una corta vida a partir del año 1400, posiblemente producto de la influencia altiplánica de fines del
Período Intermedio Tardío y comienzos del Tardío de los incas.
La última vez que visité el lugar, casi a fines del año 2015, se relata en un contexto muy informal en un
álbum de Facebook accesible para todos.