Arica, Territorio Andino

(Nuestra Historia, desde el Comienzo del Holoceno hasta los Inicios de la Chilenidad y 

Crónicas de mis Viajes a la Arica Profunda) Actualizado parcialmente en enero de 2022 (ver derechos de autor en el final de la portada de www.aricaacaballo.com) Notas de la Actualización 

Renato Aguirre Bianchi 

Arica, Chile 

lautaro@yahoo.com 

Prólogo 

Yo no soy el verdadero autor de estas notas: sólo he compilado trozos dispersos de información y explorado parte del territorio ariqueño en un intento por describir parte de lo que es Arica, para que nuestra peculiar identidad sea más perceptible. Para eso me vi en la necesidad de hacer un esfuerzo para comprender al Mundo Andino y descubrí que éste era demasiado complejo como para describirlo cabalmente. Sin embargo, desde Arica se vislumbra una de sus versiones, la dependiente de ámbito circuntitikaka y estimé necesario tratar de esbozarla porque la identidad de Arica no puede encontrarse en el Chile convencional, ni en Perú ni en Bolivia, porque se basa en una aventura cultural que va más allá del concepto actual de Nación. En definitiva, este e-book termina siendo un intento por explicar lo que sucedió en la costa del centro-oeste sudamericano y en las riberas del lago Titikaka, desde los inicios del Holoceno hasta el período republicano de Chile, Perú y Bolivia, condicionando la esencia de Arica. Es pues, un texto destinado a los ariqueños, pero dada la importancia de ésta en el ámbito en referencia, es también una vía para exponer la versión altiplánica del Mundo Andino. 

No he descubierto nada importante, ni descifrado enigmas históricos, ni realizado investigaciones científicas y menos escrito una obra literaria. Este no es un tratado, sino una selección de relatos que describen lo que he aprendido de libros y otras publicaciones y explorando con entusiasmo los rincones de Arica y Parinacota, aunque dejando a muchos lugares de lado o postergándolos para futuras publicaciones. 

Lo que Arica tiene para relatar es demasiado extenso para un solo libro. Por consiguiente, lo que quise hacer en primera instancia es mostrar una faceta de Arica que se desconoce o se olvida o se oculta por las razones que Uds. quieran imaginarse y compartir con el lector lo que tuve que aprender para entender lo que estaba viendo. Lo último fue la parte más difícil, pues es muy escasa la información que puede conseguirse acerca de Arica y su relación con el Mundo Andino. 

El principal crédito de esta obra debe ser asignado a Arica, comprendiendo como tal a la ciudad y todo su entorno costero, desértico, valluno y cordillerano, chileno, peruano o boliviano, indígena, caucásico, africano u oriental. Excluyo enfáticamente de todo mérito relativo a esta obra al entorno propio del resto de Chile, tierra extraña que no comparte nuestras raíces históricas, costumbres, manera de vivir y mucho menos la ética de los forjadores de este peculiar rincón del mundo, sus habitantes originales. Por el contrario y por razones que trataré de explicar en el texto, los españoles y luego los peruanos y chilenos han afectado en forma negativa al desarrollo de Arica. Los primeros dañaron gravemente –con o sin justificación– al Mundo Andino, dejándolo semi-inválido. Los siguientes han dañado más específicamente a Arica, arrancándola de su ámbito natural e impidiéndole que evolucione de acuerdo a su vocación geo-cultural y etno-históricamente condicionada. La mera imposición de una nacionalidad por la fuerza de las armas y las negociaciones diplomáticas nunca ha consolidado a un país si no se acepta, se respeta y hasta se financia un pluralismo cultural y valórico. En la etapa chilena de la historia de Arica, esto se ha querido reemplazar por imposiciones de corte centralista y aportes financieros mal diseñados que han llevado a nuestros protagonistas autóctonos a una actitud casi mendicante en cuanto a dádivas gubernamentales y luego muy exigiente en cuanto a éstas y de competencia entre ellos para captar los aportes fiscales, generando situaciones que insultan a nuestra singularidad. 

Cuando escribo “nosotros” me refiero a los que amamos a esta tierra, sea porque no conocemos otra manera de vivir, porque nacimos aqui o porque renacimos aqui. Cuando escribo “Chile” pienso en Santiago, en su crecimiento canceroso, su poder aparentemente absoluto sobre los designios del resto del país, su poca feliz gestión referente a los extremos geográficos y pienso en don Benjamín Subercaseaux –hostigado por sus opiniones– quien en “Chile o Una Loca Geografía” definió a los chilenos como individuos que pasaban por la vida contemplándose el ombligo administrativo (nota). Que mis críticas a la gestión chilena se entiendan extendidas desde poco después de la Guerra del Pacífico hasta ahora. Pudieron haber habido excepciones puntuales en el pasado, pero ciertamente no desde antes del gobierno militar hasta la fecha. 

Cuando hablo de renacer, lo hago con conocimiento personal del tema. No en vano mi nombre significa “renacido” en italiano. Educado en el ámbito de un familión italiano, nunca puse en duda los valores chilensis hasta que descubrí otras dimensiones cuando estudiaba en los EEUU entre los años 1960-61. Mis años de universitario y de postgrado fueron profundizando una percepción pesimista de mi país natal, hasta que decidí que no quería transformarme en un chileno como casi todos los que me rodeaban. Por razones diversas tenía acceso a varios países desarrollados, pero Subercaseaux y un idealismo romántico me hicieron elegir a Arica como destino de mis esfuerzos por ser persona más que médico y médico más que chileno. 

En 1972 maté en Santiago al recién nacido cirujano especialista sin Patria y renació en Arica un proyecto de patriota andino. Allí comenzó la aventura de ser ariqueño… 

Conocí a Arica en una corta estadía en 1968. Fue un amor a primera vista, consolidado por una visita de un mes a principios de 1972 para evaluar si éste era el paraíso donde quemaría mis barcos y me alejaría del Chile “insular”, concepto que creía mío hasta que leí a Subercaseaux. Desde entonces, profesionalmente, socialmente, volando avionetas, aterrizando en paracaídas, cabalgando, buceando y navegando nuestra costa, pedaleando a través de la pampa, explorando a pie, en moto, a caballo o vehículo 4×4 cuanto camino apareciera, conversando latamente con expertos e intelectuales de la talla de Oscar Espoueys (foto) y del recordado Alfredo Wormald Cruz, compartiendo vivencias con señores y señoras de la sierra y escarbando los escritos que pude conseguir, exploré con fascinación creciente este universo tan poco conocido: mi Patria ariqueña. 

Tardé 15 años en creer que empezaba a entenderla y confesé una aspiración que me parecía imposible por su magnitud: algún día escribiría algo así como una guia turística de Arica, pero con suficiente información acerca de cada lugar como para que el visitante tuviera la oportunidad de comprenderlo cabalmente. Tardé otros 15 años en juntar trozos de información dispersos en textos áridos y/o inexactos e integrarlos con la información recolectada en mis viajes. Pese al esfuerzo, esta obra abarca sólo una ínfima parte de lo que conozco y eso es sólo un esbozo de lo que quisiera conocer de Arica. Escribir el texto, el cual no hace más que rasguñar la superficie de nuestro patrimonio histórico y cultural, sólo necesitó un leve esfuerzo para seleccionar los temas y resumir la información. Lo difícil fue y sigue siendo soportar a los timoratos que tienen acceso masivo a la comunidad pero liman las asperezas de la realidad y temen y atacan a las opiniones fuertes, poniendo trabas a la adquisición colectiva de una identidad regional que puja por salir a la superficie cada vez que rendimos homenaje a nuestro Emblema y entonamos nuesto himno. 

¿Cómo evitar el surgimiento de fuertes sentimientos hacia Arica (y en contra de quienes la han reducido a su triste realidad actual) si toda nuestra historia nos demuestra que somos un rincón privilegiado del planeta pero reducido a un estado casi paupérrimo por la “civilización”? No puedo dejar de introducir algunas críticas a la nación chilena, sin afanes confrontacionales, sino que para tratar de estimular alguna reacción que ayude a detener el progresivo deterioro cultural y valórico de Arica (nota). 

Entonces, en segundo lugar, el crédito debe dirigirse al ariqueño común que no tiene acceso a las comunicaciones masivas. Aunque no se atreve a expresarlo y hasta le cuesta reconocerlo, ese ciudadano siente que su lealtad está reservada para Arica. Existe pues, un fuerte sentimiento patriótico desvinculado del resto del país y que se teme expresar públicamente. Pese a su apariencia somnolienta, Arica late con fuerza en lo profundo y trascendental de sus ciudadanos. 

En tercer lugar, el crédito es para esos pioneros que me instaron a tratar de comprender a Arica. Alfredo Wormald Cruz y Percy Dauelsberg destacan con más trascendencia que si hubieran sido guerreros matando “enemigos”. Sin duda, esta obra se ha enriquecido enormemente del bagaje de conocimientos elaborado y publicado por la Universidad de Tarapacá. Aunque mi contacto directo con sus investigadores sólo ha sido esporádico, he aprovechado intensamente el producto de su trabajo. En forma muy particular debo destacar a Oscar Espoueys, sin cuya generosa entrega de conocimientos y su sabia lógica interpretativa no habría podido llegar en los temas arqueológicos más allá de una mera recopilación de datos. Más que eso, no me  habría atrevido tratar el tema en forma extensa. 

En cuanto a ciertos personajes conspicuos que han manejado diversas formas del Poder, debo reconocer que su gestión no ha influido a la mía de la manera que yo hubiera esperado. Si el ejercicio del Poder en esta tierra nuestra no los llevó a una clara definición personal, o si yo no fui capaz de leer entre líneas un mensaje de parte de ellos que dignificara nuestra historia, es materia de interpretaciones personales que no voy a exponer. Sólo diré que me he sentido llamado a salirle al paso a los que, más que nada por ignorancia, pretenden reducir toda la historia de Arica a las gestiones de los caucásicos, apenas mencionando lo andino y lo indígena. 

Necesito expresar que me apena que en este e-book abunden las críticas a la República de Chile, pero es que sería muy hipócrita si no denunciara tanta inconsistencia en un país que se cree ejemplar. Sólo quiero contribuir a que desde ahora (año 2018) se hagan esfuerzos para que lo sea de verdad. 

En lo personal, me otorgo sólo el siguiente mérito: sin la posibilidad de optar a años sabáticos, cero intento por obtener financiamiento de proyectos de investigación o de otro tipo, estoy en medio de un largo y difícil trámite destinado a comprender a Arica y he querido compartir parte de lo aprendido con mis compatriotas, sin deformaciones motivadas por conveniencias personales, laborales, políticas, financieras o de otra índole. Si no sonara presuntuoso, afirmaría que intento profundizar en mi Patria Chica la gestión para todo Chile de Subercaseaux. 

Si cometo errores no ha sido por no haber puesto todo mi empeño en este intento, sino porque la información procesable por los no especialistas es escasa, suele yacer oculta bajo intereses doctrinarios o de otro tipo y a menudo simplemente ignora evidencias o detalles que están allí, a la vista de cualquiera que tenga los ojos abiertos. Por cierto me enorgullece la prolífica y prolongada gestión de la Universidad de Tarapacá, expresada a través de cientos de publicaciones científicas y de divulgación de gran calidad, pero creo que Arica necesita ser explicada al ciudadano común en un solo documento escrito en lenguaje simple, sin grandes tecnicismos ni una profusión de perturbadoras citas bibliográficas, integrándola con el resto del Mundo Andino y relatando en primera persona la aventura de ser ariqueño. 

Estoy seguro que en el Más Allá, don Benjamín Subercaseaux se sorprende de que su “Chile o Una Loca Geografía” haya trascendido con fuerza después de como siete o más decenios, mientras que don Alfredo Wormald Cruz sonríe satisfecho, pues una de las tantas semillas que sembró intenta germinar “sin pesticidas” ni artificios; bien o mal, pero lo hace. Todo sea por una Patria sana diría el primero. Para mí, ésta es Arica y punto… 

Renato Aguirre Bianchi 

Lautaro 487, Arica, Chile 

 lautaro@yahoo.com 

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