Arica y el Litoral Boliviano: Historia de Definiciones Ambiguas
Arica Trinacional
Arica y vecindario siempre quisieron pertenecer a Bolivia hasta antes de la Segunda Guerra del Pacífico y ésta los pedía insistentemente, pero ambiciones políticas que marcan el inicio del irracional manejo de este territorio lo impidieron. Los dimes y diretes de esta época, las opiniones que no y luego que sí de Santa Cruz cuando gobernó al Perú y después cuando gobernó a Bolivia y después cuando por la fuerza conformó la Confederación Peruano-Boliviana y las peculiares actitudes de otros gobernantes peruanos,
ya fueron descritas.
Lo que quiero aclarar aqui y ahora, es que Chile no fue el culpable de que no se consolidara esta lógica integración territorial. Chile no tenía por entonces ninguna pretensión sobre Arica, ni ninguna posibilidad de soñar con incorporarla a su territorio y en general, su gobierno manifestó de muchas maneras su interés porque Arica fuera boliviana. Fue Perú quien categóricamente privó a Bolivia de Arica hasta la Segunda Guerra del Pacífico en 1879.
Tras ésta, una cruel sangría generada por un manejo ambiguo del territorio que finalmente incorporó Chile, es obvio que este país debía asumir su control para evitar que los conflictos trinacionales se perpetuaran.
Así las cosas, los eventos de la pre y post-guerra consolidaron tres países con una historia común y fuertes lazos de similitud inicial, pero que evolucionaron por vías muy diferentes y hoy son muy distintos en aspectos administrativos, sociales y de reciente evolución histórica. La conformación y características de los tres países pudieron haber sido muy diferentes a lo que han llegado a ser, pero ya están irreversiblemente consumadas.
Por mucho que critique la soberbia centralista con que Chile manejó a su territorio andino, debo reconocer que consiguió una unidad más estable gracias a una mejor administración de la educación y la justicia desde un principio. Para bien o para mal, Perú y Bolivia mantuvieron a una porcentualmente importante población alto-andina con una economía orientada a la subsistencia pero con afanes de ingresos adicionales, mientras que en Chile estas etnias debieron integrarse al interés común, de país. Para los andinos chilenos, paralizar al país perjudica seriamente a sus comunidades; en contraste, la interrupción de carreteras y el bloqueo de las oportunidades financieras del país en Bolivia no parecen perjudicar gravemente a un gran sector de la población que puede subsistir magramente aun cuando la nación se enfrente a un colapso potencial. En Perú, personajes como Alan García y Alberto Fujimori suponen que pueden optar a una nueva gestión gubernativa, pese a la fuerte evidencia de anormalidades administrativas de sus gobiernos y de los que los que los precedieron. Líderes populares de discurso liviano y revoltoso como algunos en Bolivia, en Chile no habrían provocado más que las escaramuzas de los mapuches del sur, pero en el país vecino no hace mucho derrocaron a un Presidente, desbarataron una magnífica posibilidad financiera para el país (exportación de gas natural), abrieron en pocos meses las puertas al desmembramiento de la Nación perjudicando a los “cambas” de las tierras bajas y fortaleciendo a los federalistas, llegaron a hablar de guerra con Chile y provocaron una bochornosa situación en una cumbre de mandatarios regionales. A las poblaciones alto-andinas se les habla de la restauración del Tawantinsuyo Inka o de la “Nación” aymara, como si fueran objetivos factibles, y sin duda muchos ciudadanos de escasa educación lo creen. Ciertamente ignoran que el asombroso orden incaico ya no cabe en un planeta irreversiblemente globalizado, pese a quien le pese y aunque sea consecuencia de gestiones abusivas de los occidentales. Y si los personajes a que me refiero son aymaras, ¿es que no conocen la historia de su etnia? ¿De qué “Nación Aymara” hablan? ¿De la nación lupaka que se alió a los incas foráneos para destruir a sus hermanos kollas?, ¿o de los pacajes, carangas, soras, killakas, qharaqhara, etc.?; ¿de cualquiera de los Reinos o Señoríos aymaras que trataban con desprecio a los remanentes pukina del Tiwanaku y para quienes los
urus casi no cabían en la categoría de humanos? ¿Van a hacer con los cambas lo que hicieron con los pukinas y los chilenos de Arica serán tratados como los urus? ¡No había
una Nación Aymara! ¡La historia no retrocede!
Fueron otros tiempos, eras en que los andinos vivían bajo una organización social establecida por el orden natural de la Pachamama en completo aislamiento con la evolución cultural y tecnológica del resto
del resto del planeta. Ya lo dijo L.P. Hartley: "
El pasado es otro país: allí las cosas se hacen de manera diferente".
Una característica de Chile es que tiene memoria colectiva y un (¿demasiado?) fuerte concepto de unidad que hace que el Estado sea muy “pesado”, en términos de integridad y de imposiciones a los ciudadanos. Aunque eso perjudique a Arica y Santiago abuse de los recursos nacionales, lo que puede definir al Chile moderno es el concepto de “orden”. Tal vez no sea el orden y la complementariedad que quisiéramos, pero los recientes escándalos financieros y administrativos que hemos presenciado demuestran precisamente que el país tiende a autorregularse. Por lo mismo, la locura colectiva que durante la Unidad Popular llevó a parte de nuestro proletariado a creer que podían manejar al país prescindiendo de los capitalistas y de las jerarquias técnicas (y el consecuente exceso del control militar ulterior), constituyen excepciones dolorosas que (casi) todo el país no quiere volver a vivir. Una gestión como la del primer gobierno de García y Fujimori no tendría ninguna posibilidad de volverse a plantear en el Chile de hoy. Aprendimos la lección y por ahora, no parece que la olvidaremos.
Eso nos lleva a rechazar la proposición de administración trinacional de Arica planteada por el ex-canciller boliviano Ricardo Anaya a fines de la década de 1970, y la de un territorio de administración trinacional entre Arica y Perú que sugirió Perú tras el Acuerdo de Charaña, cuando en 1975 Pinochet (astutamente, para librarse de los conflictos con Perú, con quien recién habíamos estado a punto de establecer un estúpido conflicto bélico) propuso un corredor fronterizo para Bolivia.
Con todo lo anterior, quiero expresar que, sin culpar a ninguna nación, somos aun muy “poca cosa” para pretender compartir territorios. Nuestra meta sería salir de ese estado en vez de profundizarlo con manifestaciones masivas de poblaciones de escasa instrucción que aceptan con facilidad los argumentos chauvinistas.
En definitiva, aunque Arica sea ahora chilena y la “guinda de la torta” de las pretensiones de los países vecinos, no está históricamente involucrada en el conflicto marítimo que Bolivia le plantea a Chile cuando más problemas tiene. Por lo demás, como lo expresó a principios del 2004 un experto de la CEPAL, no se ve cómo una salida soberana al mar resolvería los eternos problemas de Bolivia, pues eso no va a mover a la Cordillera de los Andes, formidable límite entre Bolivia y Chile. Y ¿qué hicieron con el acceso que, con gran despliegue mediático, les concedió Fugimori en 1992? Insisto en un argumento: Chile es tan ordenado y su Estado tan controlado por los ciudadanos, que no podría involucrarse en farándulas mediáticas para tratar de congraciarse. ¿Percibe la diferencia?
Un comentario final. He escrito, publicado y difundido miles de páginas defendiendo lo andino y abogando por respeto a lo ancestral. Varios de mis artículos figuran como fuente de información en portales de Internet de organizaciones aymaras. Eso me libera de intentos por hacerme parecer como xenófobo. Tras esa advertencia, revisemos objetivamente y sin sesgos nacionalistas la historia de la mediterraneidad de Bolivia.
La Historia Limítrofe del Norte de Chile
Durante la Conquista
Diego de Almagro aparece como un depredador en busca de oro. El verdadero fundador de Chile, quien sacrificó su fortuna y bienestar por crear lo que ahora conocemos como país, fue Pedro de Valdivia.
Ya establecido en Chile, demoró años en ser oficialmente reconocido como Gobernador de nuestro país. Tras una espectacular gestión guerrera en contra de los rebeldes Pizarros en Perú y un bochornoso juicio por su relación con Inés de Suárez, recibe el nombramiento en 1548, delimitándosele su territorio desde Copiapó al norte (Lat.27ºS) (
mapa) hasta el sur (algo después el territorio se extendería hasta el Estrecho de Magallanes) y hasta más allá de la cordillera, incluyendo parte del actual territorio argentino. Hasta entonces, la franja desde el Océano Pacífico hasta el Atlántico comprendida entre los 25 a 36º de latitud estaban entregadas a una familia de la Gobernación del Río de la Plata, el antecedente histórico de la Argentina actual.
Nótese que cuando se extendió la Gobernación de Chile hasta la Patagonia, ésta tenía acceso al Atlántico. Negociaciones ulteriores que no detallaremos entregaron la costa atlántica a Argentina, lo que Chile no discute pues los tratados, tratados son. Si Bolivia dice que éstos son revisables, entonces tendríamos que redefinir todas las fronteras que han conseguido cierta estabilidad en el cono sur de América. Ley pareja no es dura…
La Primera Ambigüedad
Sería absurdo asignarle a la Gobernación de Chile de entonces, harto complicada con los araucanos al sur, los afanes expansionistas que se le imputan a la muy ulterior República de Chile, con o sin razón, tema acerca del cual no expresaré opiniones para mantener la objetividad. Lo cierto es que para un informe escrito para el Presidente del Consejo de Indias en 1605, el límite entre Chile y Perú se fijó en el morro Moreno, más al norte (Lat.23º21’S) de lo que se le entregó a Valdivia. Bolivia no se soñaba por entonces.
La extensión de Chile más al norte del paralelo 27 la conozco bien pues es parte de la historia de mi familia. Mi antecesor Francisco de Aguirre fue uno de los socios de la aventura de
Pedro de Valdivia. Fue el primer alcalde de Santiago en 1541 (y luego en 1545 y 1549) y tuvo otros cargos de importancia.
Era, se dice, un líder enérgico y empeñoso, que no escatimaba crueldad en el trato con los indígenas, como lo dejó muy claro cuando éstos destruyeron La Serena. Por encargo del mismo Valdivia, refundó La Serena en 1549 y en 1553 se le extendió su condición de teniente de gobernador a Tucumán, cargos en los cuales mostró una fuerte propensión a la arbitrariedad, lo que lo llenó de enemigos y lo metió en líos con la justicia. Precisamente, el cascarrabias y no más prudente virrey García Hurtado de Mendoza, lo tuvo un año bajo proceso judicial en Lima, pero salió libre de culpas. Pero no escatimó y protagonizó delitos que lo tuvieron preso por 5 años.
Viejo y pobre, volvió a La Serena en 1575 y al año siguiente Rodrigo Quiroga, el que tuvo que casarse en 1549 con doña Inés de Suárez cuando la Corona le puso a Valdivia la condición de abandonarla si quería el título de Gobernador de Chile, le cedió el valle de Copiapó.
Se vanagloriaba de tener 50 hijos naturales más 5 legítimos, el mayor de los cuales era Hernando de Aguirre, quien sólo tuvo hijas mujeres (6). Allí mismo se habrían ido al olvido los Aguirres, si no hubiera sido por don Francisco de Riberos Figueroa, el marido de la mayor de estas niñitas, Inés de Aguirre y Matienzo, quien estableció en su testamento que su hijo mayor usara nuestro apellido. En otras palabras, los descendientes de los primeros Aguirres de Chile somos en realidad Riberos, pero vaya uno a cambiar lo establecido por el uso y las costumbres. Sería tan inútil como revisar antiguos tratados fronterizos…
Hernando heredó la
encomienda de Copiapó, de Tucumán y otras (Marquesa la Alta y Diamante). Hacia 1600, a su yerno Francisco de Riberos le fue otorgada oficialmente la encomienda de los indios de la costa desde Copiapó hasta Morro Moreno (Lat.23º31'S) por el norte (
mapa).
Su hijo Fernando de Aguirre Riberos, nieto de Hernando y el primer “Aguirre” de linaje materno, consiguió en 1637 que se le concedieran las encomiendas de su padre, “que son de los indios de Copiapó y su pueblo, la costa del mar hasta Cerro Moreno”, la que fue renovada a su hijo Fernando de Aguirre y Cortés en 1659 y en 1708 a su tataranieto Fernando de Aguirre Hurtado de Mendoza.
Aunque la Corona estuviera equivocada, había concedido de facto la extensión del proyecto de Chile más al norte del primer límite en el paralelo 27. Jaime Eyzaguirre, en “Breve Historia de las Fronteras de Chile” (Ed. Universitaria, Santiago de Chile; 1967) ofrece una explicación, que no detallaré para no profundizar el tema. Pero lo establecido, establecido está. El Chile de entonces ya llega hasta el extremo sur de la Península de Angamos. Bolivia es un concepto aun no imaginado por nadie…
Segunda Ambigüedad: La Audiencia de Charcas Carece de Costa
El ordenamiento diseñado para nuestras tierras por la Corona de España se definió claramente en 1680, en la “Recopilación de Leyes de los Reinos de Indias”. Allí se establece que la Audiencia de Lima se extiende por la costa hasta el Reino de Chile (Ley 5). Pero la Ley 9 hace referencia a que la Audiencia de Charcas (antecedente de Bolivia) “
confina por el levante y poniente con los dos mares del norte y del sur”. Un análisis tendencioso encontraría en esta frase un derecho de ésta a las costas del Pacífico, pero al revisar el contenido completo de la Ley se delimita Charcas hacia el poniente “
desde Atuncana por el camino de Arequipa”. Esto deja una franja costera de 10 a 13 leguas que sigue en poder de la Audiencia de Lima, aunque obligada a servir a Charcas (“
que el Corregidor de Arica, aunque sea del distrito de la Audiencia de Lima,,
cumpla con los mandamientos de la de Charcas”. O sea, Charcas no tuvo acceso al mar, sino por una expresa orden de servicio excepcional. Lo que pasa es que España jamás se imaginó que llegaríamos a ser países tan diferentes y conflictivos y quiso facilitarle las cosas al importante territorio altiplánico. Pero no hay duda de que, hasta 1680 y por la costa, la Audiencia de Lima limitaba con el Reino de Chile.
La Segunda Ambigüedad ya no es tal
El 1776 se crea el Virreinato del Río de la Plata y a causa de la malaria prevalente en Arica y la amenaza de corsarios y piratas, se ordena que el mineral de
Potosí debe embarcarse por el Atlántico. La Audiencia de Charcas es incorporada al virreinato y se crea un
gran problema financiero en Arica pues se acaban los Corregimientos y la administración de la Corona se traslada a Tacna.
Que por entonces (1777) el Reino de Chile era responsable de y debía soportar la carga administrativa de territorios aun más al norte del límite que se estableció para mis antepasados en la Península de Angamos, lo demuestra su respuesta a la Real orden de recaudar peculiares impuestos a favor de la Corona, que gestiona procedimientos para controlar a Cobija y “Mexillones”, a unos 120km al sur de la desembocadura de Río Loa.
Pero la ambigüedad del límite chileno-peruano (Charcas/Bolivia no involucradas) persiste, y en 1793, la investigación del Dr. Hipólito Unuane –colega nacido en Arica y que asumió grandes responsabilidades gubernamentales en Perú– ordenada por el Virrey, establece que su país limita al sur con el Reino de Chile en el Río Loa (Lat.21º25’S, 125km al norte de Cobija), lo que reconoce la autoridad cuando le entrega el virreinato a don Ambrosio O’Higgins (
mapa). De Bolivia, aun nada, pero la Audiencia de Charcas aun no tiene litoral en el Pacífico.
Recordemos que a Pedro de Valdivia se le estableció un límite meridional en el paralelo 27. Un siglo y medio después éste ya se ubica unos 600km más al norte por ambigüedades dependientes de la Corona, sin que el antecedente de la República de Chile tuviera aun intereses financieros trascendentes en la zona.
Aparece Bolivia: La Gran Ambigüedad
Cuando Chile creía que su territorio llegaba hasta el Río Loa por el norte, en 1825 nace la República de Bolivia y su primer Mandatario, don Antonio José de Sucre, se afana por definirle una salida al Pacífico, mientras trataba de conseguir que le cedieran a Arica. Bolivia, hay que decirlo claramente, se origina de la Audiencia de Charcas, que como hemos visto nunca tuvo un acceso soberano al Pacífico, aunque Lima le había dado facilidades para utilizar a Arica. También hay que dejarlo en claro: Arica era peruana y Chile no tuvo nada que ver con la negativa a concederle ese puerto, muy por el contrario.
Entonces, a falta de mejores alternativas, Sucre define a Cobija como puerto oficial, más de 120km al sur del límite que Chile creía tener con Perú. Chile, hoy, habría reaccionado enérgicamente, pero por entonces esas tierras estériles parece que no le interesaban y estaba inmerso en problemas internos que eran prioritarios. Craso error, pues al aceptar la intromisión de Bolivia estaba tácitamente cediéndole el territorio. Ley pareja no es dura y lo hecho, hecho está: Bolivia se ganó el derecho a ocuparlo y no lo discuto. Esta es la parte más conflictiva.
Chile parece renunciar a sus derechos hasta el Río Loa y en 1842 dicta una Ley que declara propiedad nacional a las guaneras del sur de Mejillones, sin mencionar sus derechos históricos hasta el Loa. A lo hecho, pecho: Bolivia obtiene el tácito permiso de Chile para utilizar su costa y allí nace, por primera vez, el acceso “oficial” de Bolivia a las costas del Pacífico, por pobre que fuera.
Bolivia Asume su Propiedad Costera y Crea Más Confusión
Bolivia consolidó, con eternos problemas que harían que finalmente desistiera, la utilización de Cobija como puerto en 1831 (paralelo 22½). Once años después, la referida Ley chilena implica soberanía sobre Mejillones (paralelo 23) y muy pronto Bolivia reclama oficialmente argumentando que sus derechos sobre el litoral se extendían hasta un desaparecido “Río Salado” en el paralelo 26, que luego “apareció” en el paralelo 25 (
mapa). Ojalá alguien me pudiera explicar de dónde salió este argumento y la manifiesta inconsistencia del reclamo, aparentemente basado en informes de geógrafos no oficialmente vinculados al gobierno boliviano.
Chile propone un estudio para llegar a un acuerdo, pero ¡zas! que un disturbio político boliviano lo impide. Hasta 1864 Chile insistía infructuosamente en un acuerdo, pese a los antecedentes históricos ya descritos. La frontera norte de Chile ya estaba definida por el Virreinato del Perú en 1793 y Bolivia sólo apareció en la escena en 1825.
La discusión llegó a extremos risibles. La Constitución chilena de 1833 establecía que nuestro territorio se extendía “desde” el desierto de Atacama y en 1863 Bolivia argumentaba que “desde” implicaba que el desierto se excluia. Hubo que hacerle ver que desde siempre la Real Academia de la Lengua Castellana definía a “desde” como “principio de lugar” y no extremo distal de éste (!!). Si en vez de buscar argumentos leguleyos nos preocupáramos por lo que realmente interesa, no perteneceríamos al Tercer Mundo…
Secuela de la bochornosa ubicación del desaparecido Río Salado, según Bolivia en el paralelo 25 o 26 dependiendo de la versión de su reclamo, en 1863 su gobierno obtuvo la autorización para declararle la guerra a Chile si no desocupaba el territorio tan curiosamente delimitado. Pero, por fortuna, las decisiones de índole caricaturesca no son privativas de América Latina y España inusitadamente (por decir lo menos)
atacó a Chile y Perú en 1864, lo que generó un entendimiento americanista que suavizó las relaciones con Bolivia.
Consecuencia de lo anterior, en 1866 se firma un convenio con Bolivia que establece el límite norte de Chile en el paralelo 24, el cual se ratificó en 1874 (
mapa). Chile cedía sus derechos de épocas coloniales al territorio del más al norte a cambio de un acuerdo financiero cuyo incumplimiento por parte de Bolivia desencadena la Segunda Guerra del Pacífico, Chile contra Perú y Bolivia y obviamente anula el tratado y retrae las pretensiones limítrofes de Chile a lo previo a 1866. ¿Quién tuvo la culpa? Mejor se la atribuimos a los intereses de Inglaterra para no ahondar las diferencias. Pero que fue estúpido, lo fue. No es un tema que me interese: fue simplemente estúpido, pero obligó a Chile a establecer su control sobre un territorio el cual, si se volvía a fojas cero, habría sido un eterno motivo de conflictos. Quién ganó o quién perdió es intrascendente. Lo que trasciende es el acuerdo de paz. Si no se le respeta, todas las fronteras del mundo deberían ser redefinidas: caos…
Tal como la ocupación boliviana de Cobija (1831) fue tácitamente aceptada por Chile y éste trató de renegociar los límites asumiendo que éste era un hecho consumado, la renegociación del vigente Tratado de Paz con Bolivia de 1904 implica un compromiso entre naciones que debe ser aceptado con dignidad y respetado sin alharacas mediáticas, a menos que abramos las puertas para que renegociemos la pérdida de Mendoza, Tucumán y la costa atlántica de la Patagonia con Argentina, los límites de Perú con Bolivia y Ecuador, las fronteras europeas después de las dos Guerras Mundiales, las de los Estados Unidos con Méjico y reivindiquemos los derechos de Italia derivados del Imperio Romano o los de la Macedonia de Alejandro Magno. Caos…
¿Puede la influencia que ejercen personajes tan peculiares como algunos líderes aymaras inducir a un país tan peculiar como Bolivia a enfrentar esa responsabilidad? ¿Está el mundo, incluyendo por sus dichos de fines del 2003 y principios del 2004 al ex-Presidente de los EEUU Jimmy Carter y al peculiar Sr. Chávez gobernante de Venezuela, dispuesto a establecer este precedente bajo el precepto de que “ley pareja no es dura”?
¡Y no lo puedo creer!, en marzo del 2011 el peculiar Presidente de Bolivia (Evo Morales, ¿quechua-aymara?, lo que no es para nada peyorativo), viviendo apuros políticos gestados por su antes incondicional sector de la ciudadanía y en medio de un mal nacido pero bien programado plan bilateral para evaluar un posible acuerdo mutuo con Chile que él mismo elogiaba, ¡decide de golpe y porrazo recurrir a Tribunales Internacionales para pasar por encima del indiscutible tratado de 1904! ¡Y hasta hay políticos chilenos comunistas y similares que antes estaban dispuestos a violarlo!
Pues ese peculiar anuncio de Morales es una buena noticia para Chile pues termina o debiera terminar de una vez por todas con cualquier intento y gestión para cambiar el estado territorial actual. Tenga Bolivia razón o nó, ya no se puede, no se debe ni serviría para nada más que para tener más conflictos. Ese cambio que perjudicaría mucho a Chile y hasta a Bolivia, lo expone clara y enfáticamente mi peculiar e inteligente amigo Tomas Bradanovic en
https://bradanovic.blogspot.com/ (marzo 2011, “Un Anuncio Interesante”). Pero supongamos que le cediéramos una imposible franja costera a Bolivia en medio de o en el margen del territorio chileno. Nosotros a duras penas podemos evitar la contaminación ambiental, el tráfico de drogas y la politiquiería y bueno, me excuso pero doy fé de la asombrosa informalidad boliviana en todo lo que puedan imaginarse. Y Arica sería la gran víctima si eso resultara, aunque nos traería muuuuucho dinero y el dinero (hoy) vale, provenga de donde sea....
Si alguien me convence de que así es cómo se debe respetar la historia y sus consecuencias y el por ahora (2011) magro esfuerzo chileno por tratar de ser ordenado y respetuoso de la Pachamama y tratar de terminar con la ilegalidad y la asombrosa informalidad que nos impregna desde nuestras fronteras, me lamentaré de vivir en un mundo tan irracional, pero no dudaré en darle un apoyo irrestricto pues ganaría más plata y hasta sería una experiencia enriquecedora: nunca he presenciado un caos de tal magnitud: Arica “chilena” pero impregnada de la esencia boliviana...
¿Es que Chile ha pensado lo que eso implica? Pues supongo que sí y adiós al proyecto boliviano y que siga el conflicto, ad eternum, pues ya no se puede confiar en los líderes bolivianos que no sean los Cambas quienes, con o sin razón, enfrentan valientemente al gobierno Colla. Mal vecindario tiene Arica: un Chile harto indiferente e ineficiente en lo que a Arica se refiere, un Perú inmensamente inestable con un personaje como Humala y otros del pasado que nos dolieron mucho y que nos odian más; una Bolivia hermosa, extraordinaria en cuanto a su geografía pero tal vez más ingobernable o tal vez más irracional que Perú en lo que a fronteras se refiere. Un Iquique “chileno” que no nos quiere, un mar que nos amenaza y una cordillera que sólo muy de tanto en tanto nos aporta agua.
Arica, ¿es territorio chileno para Chile? Pues si lo es, es hora de devolverle sus armas financieras y su dignidad. Por lo demás y al margen del tema boliviano, eso también ha sido muy bien evaluado por el nunca bien ponderado “héroe contemporáneo de Arica”, Tomas Bradanovic (
https://bradanovic.blogspot.com/, marzo 2011, “Otra Estrategia para Arica”). Curiosamente, su profundo y docto análisis de las gestiones viables para sanear el futuro de Arica, tiene mucho que ver con lo que yo propongo en cuanto a racionalizar nuestros
recursos hídricos y proteger a nuestro borde costero...