Codpa, lugar de encuentro
Nota Preliminar.- Conocí a Codpa en 1973 y me enamoré del lugar por razones que irán apareciendo en el relato, producto de mis primeras impresiones e incontables visitas y aventuras en la zona. Y esa Codpa que me enamoró me seguía pareciendo un tesoro hasta principios de este siglo, cuando la modernidad se le dejó caer lentamente. A la vez, los codpeños genuinos, portadores de su tradición, envejecieron, fallecieron o se hicieron poco visibles para los que creíamos conocer tan bien a ese enclave provisto de un muy especial pasado propio y a la vez, en su esencia, común con la Arica pre-moderna. Sin darse cuenta, Codpa se limitó a explotar la Fiesta de la Vendimia --haciéndola año a año más "moderna", priorizando una pobre imitación de los festivales de música del Chile no andino-- y sus más jóvenes afortunadamente revivieron de alguna manera al Carnaval de febrero.
Pero los codpeños de tomo y lomo, esos que vivieron la epopeya de una existencia condicionada por un muy difícil acceso a Arica y otros pueblos de valles vecinos, aquellos cuyos padres fueron valientes caravaneros que surcaban la sierra y las pampas para comerciar y proveer a Codpa de guano y pertrechos imposibles de producir localmente, se encerraron en sus pequeñas parcelas, no se unieron en pos de la conservación de una identidad colectiva que no tardó en convertirse en tan sólo algo orgullosos relatos de epoeyas que ellos sólo conocieron de manera pasiva. Y sus hijos desarrollaron una actitud de orgullo de ser codpeños, pero basados en su pasado, en lo que les contaron y a la vez la "dosis" de cosmovisión indígena que contribuía a la peculiaridad de la identidad de Codpa se fue pervirtiendo por los mitos a los que son tan susceptibles los descendientes de los genuinos aymaras. Y también algunos episodios de la epopeya de la existencia de los abuelos y sus antecesores, se transformaron en mitos.
Codpa llegó a ser un lugar de asentamiento de comunidades sedentarias cuando se inició allí su agricultura, hace sólo unos 2.000 años y hace 500 a 1.000 años tuvo su máximo apogeo prehispánico. Su historia prerepublicana desde la llegada de los españoles es compleja y aporta genes europeos y de un par de los señoríos aymaras altiplánicos que existían en el Período Intermedio Tardío y eso persiste visiblemente, si bien Codpa pretende --mediáticamente-- ser esencialmente indígena.
Lo que le tengo que criticar a Codpa es que, si bien hay personajes a quienes con suerte se les escucha relatar detalles de la peculiar vida de antaño, vive elogiando al pasado gestado por sus personajes de antaño, pero prácticamente nada que no sean meras palabras se hace por mantenerlo vivo. Un ejemplo: es obvio que, contando hoy con buenas rutas viales, ya algo precariamente construidas en 1967, no necesitan cabalgar por las rutas troperas ancestrales para trasladarse a otros lugares. Sin embargo, su pasado arriero es el máximo orgullo de Codpa y pese a ello nunca, ni siquiera ceremonialmente, se le honró con gestiones y no sólo con meras palabras. Desde hace mucho cuesta ver un caballo en Codpa y más aún a alguien montándolo. Sólo tras tal vez 30 años de abandono, un grupo de ariqueños se dedicó, por más de un decenio, a recuperar y preservar, en terreno y en vivo, a esa peculiaridad codpeña. Pues tras 12 cabalgatas involucrando a algo menos de 80 jinetes en total, sólo dos fueron codpeños y se sumaron a la gestión que siempre organizó el inolvidable Carlos Requena Herrera (QEPD), un ariqueño de nacimiento.
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Carlos Requena Herrera, rumbo a Codpa.
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Los dos codpeños se nos unieron sólo para la primera aventura y tras eso los jinetes de las cabalgatas fueron sólo ariqueños, iquiqueños y extranjeros y en Codpa se apreciabandas más por su valor mediático que por su intención: homenajear a los arrieros de antaño.
Pero también Codpa merece elogios. Durante la ceremonia inaugural de la Fiesta de la Vendimia 2015, se le hizo un sentido y bien destacado homenaje a Carlos Requena, quien había fallecido brusca e inesperadamente poco más de un mes antes. Y en lo que se refiere a su identidad, lo que más destaca (y es un ejemplo que otros poblados rurales debieran imitar) es que después del terremoto del año 2014 se empezaron a restaurar las fachadas y los techos de muchas de las casas antiguas, respetando el estilo arquitectónico y la estructura de los techos.
Al pensar en Codpa se me mezclan tantas vivencias y sentimientos acumulados por tantos años, que para explicarla tendré que mezclar el pasado con el presente, porque el primero ya no existe y el segundo no revela bien lo que Codpa fue hasta no hace mucho.
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Si Arica fuera un árbol --casi seco y bien raquitico porque el centralismo le cortó el acceso a los elementos necesarios para su sana subsistencia-- Codpa (Lat. 18°50'0.39"S, Long. 69°44'39.81"O) sería una de las fuertes raíces que hasta no hace mucho la arraigaban a la profundidad del Mundo Andino.
No debe haber en América muchos lugares como Codpa, en el centro de un estrecho valle de asombrosa fertilidad, el cual une al Océano Pacífico con el Altiplano andino. Una raya de verdor, de jugosos frutos y de mariposas multicolores, trazada en el lugar más árido del planeta, la cual a través de los siglos ha contactado al aymara con el aborigen costero y al colono español con sus puntos de venta de productos agrícolas de profunda riqueza histórico-cultural: la pampa salitrera y Arica, el ombligo de América. Mas allá de lo geográfico y lo mundano, Codpa también era la puerta que comunicaba la cultura del invasor europeo con la del Mundo Andino, la cual es una estructura social, una manera de vivir y una concepción cósmica que evolucionó sin influencias foráneas desde los primitivos cazadores-recolectores de comienzos del Holoceno, hace unos 10-12.000 años, hasta su esplendor prehispánico.
El valle de Codpa es más bien una quebrada, la cual baja hasta
Caleta Vitor (o Vítor) en un largo trayecto tras su origen como unidad “geo-funcional” en Humirpa (Umirpa), en el altiplano (Lat.18º40'S, Long.69º20'O) a unos 25km al oeste del
salar de Surire. Allí nace el río Codpa. Es un eje de integración altiplano-serrano-valluno-costero de la mayor importancia en el existir prehispánico de nuestra tierra ariqueña. Desde Humirpa divergen como un abanico hacia el oriente rutas que servían a las recuas de llamas y más tarde a las de mulas en su trayecto desde y hacia el altiplano. El altiplano, con su centro cultural, administrativo --y en algún momento jerárquico-- en las riberas del lago Titikaka (compartido por el actual Perú y Bolivia), es el origen del Mundo Andino, forjador de la cultura Tiwanaku, a su vez estímulo para la consolidación del Imperio Wari hacia el Norte (actual Perú) y luego cuna étnica y cósmica de los Incas.
El valle de Codpa ha constituido, desde hace unos 5.000 años, una de las rutas preferenciales para el intercambio cultural, comercial y las interacciones de poder entre los altiplánicos y los vasallos de los señores costeros. Mucho antes, hace unos 7.000 años, en la desembocadura del valle de más al sur los
Chinchorros iniciaban la primera experiencia de momificación artificial de la historia de la humanidad, utilizando técnicas complejas 2.000 años antes que las primeras momias egipcias.
Al descender hacia el mar, a la altura de
Cachicoca (un poco al oeste de Codpa) el valle recibe desde el norte a la Quebrada de Apanza que proviene de
Cobija, luego la Quebrada del Diablo que viene del sur y por último, un poco al este de donde la cruza la carretera panamericana, se transforma en Quebrada de Chaca cuando recibe a la Quebrada de Garza (Carza) o Calisama, que viene de
Timar --vecino meridional del pueblo de Codpa-- y termina como Quebrada de Vitor cerca del mar.
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Valle (quebrada) de Codpa-Chaca_Vitor
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Pero más que la geología,
Pachakamaq, los andinos y los españoles complicaron de tal manera la evolución histórica de Codpa, que describirla con propiedad ocuparía cientos de páginas.
La
cosmovisión andina reconoce dos dimensiones elementales, las que en su versión aymara son Araj Pacha (arriba, donde mora el Sol y la Luna) y Manqha Pacha (abajo, donde vive el pasado). Pero además, establece que sólo la interacción de ambas dimensiones consigue crear un espacio cósmico donde puede vivir el aymara y existir el mundo que conocemos: es el Akaj Pacha. La historia demuestra que durante gran parte de su progreso cultural, el Mundo Andino progresaba gracias a la interacción no impositiva, complementaria, del altiplano con las tierras bajas costeras. Los opuestos se complementan para crear la dimensión que habita el andino.
El altiplano y la costa, el aymara y el español, la cosmovisión andina y la religión de los españoles, la papa chuño y los productos del mar, el pasado que se ha asentado en el valle donde se han plantado paneles solares y que es recorrido por camionetas, la seca desolación circundante (
foto) y el jardín tropical del valle (
foto), los jinetes citadinos que por primera vez tras 3 décadas de inactividad de la ruta caravanera --en el año 2000-- atravesaron la desolación y llegaron a Codpa dirigidos por un ex-caravanero (
foto) que no dejó de expresar su admiración por el GPS, el sol implacable y la fría hermosura de las noches andinas, son ejemplos de opuestos que en Codpa se complementan para encontrar el equilibrio.
En la Codpa de hasta hace pocos años confluían fuerzas cósmicas, principios religiosos destilados hasta la esencia misma de la espiritualidad humana parida en los Andes y la gestión del credo del conquistador, eventos históricos, costumbres y gestiones de humanos dispares y la transformaron en un portal entre dimensiones opuestas. Cualquiera sea la pareja de opuestos vinculados al Mundo Andino que se elija, en el centro estaba Codpa. Era la expresión urbana del equilibrio que otorga la vida, es una cara del akaj pacha.
Pero Codpa no se limita a mediar entre lo alto y lo bajo, lo antiguo y lo moderno. Es también un nodo de integración transversal en lo geográfico, cultural y temporal. Hacia el sur se llega al valle de
Camarones, pasando por pueblos en ubicaciones increíbles, como
Pachica (
foto) y
Esquiña (
foto) y bajando por ricas exposiciones de petroglifos prehispánicos en Guancarane y
Taltape y más abajo, aun más riqueza histórica.
Hacia el norte, bordeando el misterioso y cruel complejo montañoso llamado Cerro del Marqués --residencia del Demonio donde se ocultan grandes tesoros en plata y oro por los cuales el Cerro pide 14 negros eunucos más algunas vírgenes o 50 rubios y 50 negros según otra versión-- Codpa se integra con
Ticnamar, donde protagonistas del mismo origen crearon una forma de vida diferente. Los espacios fértiles más abiertos se inician en Ticnamar y se continúan hacia el norte con villorrios que custodian ruinas de complejas estructuras sociales de hace un milenio: los pukaras (ciudad-fortaleza) de
Saxamar,
Huaihuarani y Ancopachani en
Belén,
Laco Alto y
Caillama en
Chapiquiña , etc.
Desde allí, un corto trayecto lleva a
Pachama, el villorrio abandonado provisto de una hermosa iglesia con frescos murales barrocos multicolores y bordeando el Camino del Inca, se llega a
Zapahuira y a sus pukaras preincaicos (
Chapicollo y
Huaycuta) y a las construcciones abandonadas por la ulterior administración Inca (
tambo de Zapahuira).
No es fácil asimilar tanta belleza y riqueza histórica. Sólo un espíritu abierto a la exploración de verdades diferentes a las occidentales podría comprenderlo. Podemos aportar información, pero no es suficiente para comprender a Codpa. Parte de la información está contenida en este documento. Sin ella, pasear por el bucólico valle le aportará el placer de disfrutar de un paraíso terrenal. Con ella y un espíritu inquisitivo dispuesto a explorar el legado de los antiguos (llamados “gentiles” por los modernos), tal vez logre comunicarse con Pachakamaq-Viracocha,
creador(es) de una dimensión cósmica que perdurará más allá de lo imaginable.
Codpa es un portal mágico donde confluyen dimensiones cósmicas, históricas, étnicas, culturales, financieras, folclóricas y geográficas y donde los tesoros y el Demonio se turnan para embellecer el valle con lo sobrenatural. Está bien que se modernice y lo merece, pero está perdiendo innecesariamente a su identidad.
Si alguien pudiera pararse en Umirpa, se daría cuenta de inmediato que está en un punto clave para las comunicaciones entre las etnias altiplánicas --carangas en particular-- y las costeras y haría bien en suponer que la relación de ambas en la sierra debió haber sido muy rica en términos de intercambio cultural, de bienes materiales y de conflictos guerreros. Bastaría contemplar la gran
apacheta vecina para saber que muchísimos caravaneros rindieron honores a las wak'as y
Mallkus del lugar, antes de proseguir su camino quebrada abajo o de vuelta a un abanico de localidades altiplánicas ubicadas al sur del lago Titikaka, entre la cordillera de Los Andes y el lago Poopó: Curahuara de Carangas (al nordeste del Volcán Sajama, a 145km en línea recta), Sajama, Turco (capital del señorío Caranga, que ellos llamaban Jatun Caranga), Huachacalla (a 115km al este, un poco al norte del Salar de Coipasa), Sabaya (entre el anterior y el Salar) e Isluga (cerca del extremo noroeste del Salar).
Es lógico suponer que en el
Período Arcaico, los cazadores de hace más de 9.000 años ya recorrían parte del valle. La evolución cultural ulterior (inicio de la agricultura hace unos 2.000 años y luego la influencia cultural y administrativa altiplánica bajo la hegemonía Tiwanaku) se manifiesta en etapas aplicables (con bemoles) a toda la región ariqueña.
La parte interesante de la historia de Codpa, cuando se intensifica su ocupación, se inicia tras la decadencia del
Tiwanaku, hace unos 1.000 años, la cual disuelve la unidad circuntitikaka en diversos Reinos Lacustres, entre ellos el de Carangas, ocupantes de las tierras pobres ya mencionadas. Los carangas se ven obligados a complementar su actividad pastoril altiplánica con recursos agrícolas de regiones transandinas y en nuestro territorio. Los Reinos Lacustres son una manifestación de la organización de los Señoríos Regionales en todo el noroeste del continente durante los cinco siglos que transcurren entre el dominio Tiwanaku y el incaico. En nuestra zona, ese fenómeno da forma a la
Cultura Arica.
Desde Moquegua hasta Tarapacá se establece en este período una organización social sin megacentros de poder, compuesta por pescadores (camanchacas o cavanchas) y agricultores (coles), los últimos más vinculados con las etnias altiplánicas.
Codpa en sí no puede comprenderse sin su valle. Hacia el este están las ruinas de Incauta, el cual parece haber sido inicialmente ocupado durante el período Tiwanaku y luego controlado por jerarquias del
Desarrollo Regional costero, pero --reiterando el concepto de interacción multiétnica que caracteriza a Arica-- compartiendo la zona con etnias altiplánicas o coles muy vinculados con ellos. Lo interesante de Incauta es que demuestra el nivel de coexistencia económica entre ariqueños costeros y carangas altiplánicos en una zona dedicada a la agricultura y al intercambio comercial a través de las caravanas de llamas. Algo similar se observa en otras zonas como Camarones al sur y
Zapahuira y
Socoroma al norte.
Más cerca pero aun aguas arriba de Codpa, las ruinas de Vila Vila y de Molle Grande representan a pukaras o estructuras defensivas para albergar, en caso de peligro, a los agricultores dispersos (rurales) que servían a los Señores costeros. El peligro consistía en los intentos de los altiplánicos por controlar esas tierras, pese a la simultánea coexistencia financiera en Incauta.
La presencia del Desarrollo Regional costero en el valle, posiblemente controlada desde Incauta, era sólida y organizada, con terrazas irrigadas por un sofisticado sistema y tal vez un esbozo de “Plan de Emergencia” para el uso de los pukaras en caso de conflicto bélico.
Codpa durante el Período Tardío (inca)
Para controlar a nuestra tierra, los incas dieron facilidades a las etnias altiplánicas Colla, Lupaca, Pacaje y Caranga, para que complementaran sus recursos explotando los valles occidentales.
En Codpa, altiplánicos “incanizados” de etnia Caranga ahora controlan al valle desde Incauta, no le dan importancia a Vila Vila, establecen un centro secundario de control en Molle Grande y se instalan al sur de Codpa, más allá de Ofragía, en
Cachicoca.
A la llegada de los españoles, los carangas controlaban gran parte de los valles ariqueños, aun en la costa, a través del cacique Cayoa, quien debía responder al Mallku (jefe) caranga Chuqi Chambi, quien gobernaba desde Jatun Caranga en el altiplano.
Codpa con los españoles
Las
encomiendas cedidas a españoles y la ulterior gestión del Virrey Toledo, introducen parámetros perturbadores en el esquema de dominación caranga descrito, los cuales tienden a aislar a Arica de sus amos altiplánicos.
Como describimos con anterioridad, la encomienda que entregaba autoridad sobre los caciques de Arica fue otorgada a don Lucas Martínez Vegazo en 1540 y la de Codpa a otro español, estableciendo una artificial separación entre la costa y la sierra en función de una típicamente ignorante deducción caucásica.
Treinta años después, el Virrey Toledo se pasaría cinco años viajando por “su” territorio y tratando de organizarlo a su occidental arbitrio. Quiso reforzar las “
Reducciones” --asentamientos de ayllus trashumantes en un antinatural esbozo de pueblo según concepciones occidentales-- y establecer “
Repartimientos” o unidades territoriales que, idealmente según la lógica occidental, definirían módulos de responsabilidad fiscal y doctrinaria (proselitismo) acordes con unidades étnicas ya definidas por un cacicazgo, una reducción o una administración doctrinaria ya establecida.
Así por ejemplo, el Repartimiento de Lluta establecido en 1572, estaba limitado por (más o menos) la actual Línea de la Concordia al norte, el valle Camarones al sur y parte del altiplano Caranga al interior. Obviamente esto abarcaba a jerarcas costeros y vallunos tributarios de autoridades altiplánicas, pero se los quiso “reducir” a todos en San Jerónimo, en el valle de Lluta, cerca del Poconchile actual (
mapa). Naturalmente, los serranos y altiplánicos no estaban dispuestos a “reducirse” allí y no lo hicieron. Aqui nace un tira y afloja de jerarquia y de dominio territorial y social de las estructuras de poder indígena que trataremos de explicar.
Codpa versus Arica en materias indígenas
A principios del siglo XVII ya hacía medio siglo que se había descubierto el tesoro de plata de
Potosí, la que era evacuada a Arica desde Tacna o vía
Parinacota-
Putre-
Socoroma-Lluta o
Parinacota-
Belén-Azapa. Los carangas codpeños controlaban Socoroma (y hasta no hacía mucho a casi todo Arica) y reclamaban su autoridad sobre Tocoroma, actual Belén, contraviniendo
de facto la organización oficial que contemplaba sólo dos “
Pueblos de Indios” (centros de “reducción”, reclutamiento de mano de obra abusiva y adoctrinamiento en LA Verdad) y ambos estaban en los valles bajos: el “pueblo de Lluta” en San Jerónimo, cerca de Poconchile, y el “pueblo de Azapa”, cerca de San Miguel. Inicialmente el primero era sede administrativa (Repartimiento), de “asuntos indígenas” (Cacicazgo) y religiosa (Doctrina). Los carangas manejaban por su parte a algunos pueblos serranos como se haría con una colonia y eran adoctrinados por el cura de Turco (Jatun Caranga, capital de este señorío). Eso no era del gusto de los caciques “ariqueños”, quienes se quejaban que los de “los altos” no les obedecían y no cumplían con su aporte al bestiario humano destinado a Potosí.
Crisis en Codpa cuando llegó a ser “Capital” de indígenas
A mediados del siglo XVII los intereses de los hacendados caucásicos hacen declinar a la reducción de Lluta y poco después a la de Azapa. La Doctrina se traslada a Codpa en 1660, pero una veintena de años después Azapa y Lluta son liberados de Codpa y pasan a ser parte de la parroquia de la “Muy Ilustre y Real” ciudad de Arica.
Pero algo terrible ya había sucedido en el universo Caranga: en alguna fecha posterior a 1620, la erupción de un volcán obliga a abandonar a su capital y luego se deja caer una peste que casi deja a la sierra sin habitantes. Hasta allí llegamos con el dominio de los carangas, paucis verbis.
Cual ave fénix algo deteriorada
Sin considerar las consecuencias de la gestión chilena, podríamos afirmar que Codpa es indestructible. Diezmada la población serrana, poco a poco vuelve a poblarse de altiplánicos durante la segunda mitad del siglo XVII, pero ya sin una servidumbre étnica tan definida. Renace entonces la territorialidad tipo archipiélago que describiéramos en capítulos anteriores y se constituye el Cacicazgo de Codpa, donde residía el cacique de los “Altos de Arica”, quien en 1720 controlaba a
Socoroma,
Parinacota,
Putre, Choquelimpie,
Guallatiri,
Belén,
Saxamar,
Pachica,
Esquiña y
Ticnamar en las tierras altas y
Livilcar, Humagata, Sora, Azapa y Lluta al occidente. Pero el “archipiélago” sería más restringido pues su sede ya no era altiplánica sino que serrana (un “escalón” más abajo de la caranga), no incluia territorios altiplánicos y era jerárquicamente poco autoritaria.
Hay un gran vacío de más de 100 años en el conocimiento del devenir indígena desde la crisis de los carangas.
A mediados del siglo XVIII, la dinastía Cañipa que encabezaba el cacicazgo de Codpa no estaba directamente involucrada en la gestión de las islas territoriales --a excepción de
Humagata (valle de Azapa), la regalona-- sino que éstas dependían de poblados subalternos: Belén controlaba a Poconchile en el valle de Lluta, Humagata (
fotos) tenía espacios en San Miguel (valle de Azapa) y también en Lluta, etc. Además se ignora en qué medida la autoridad indígena interactuaba con la de los colonos caucásicos.
En eso estaba Codpa cuando el Mundo Andino es afectado por un curioso fenómeno mesiánico, tal vez fruto de la profunda desconfianza en y decadencia de los valores ancestrales. José Gran Quispe Tupa Inca (se hacía llamar Inca de Cuzco) se decía portador de documentos que lo coronarían como Sapa Inca, cumpliendo la profecía de santos criollos. En Puno, el
Corregidor ejecutaba a un indio vestido de Nazareno, quien era llevado en andas por la gente, portando corona de espinas y cargando una cruz. El mundo andino se estaba volviendo loco cuando en 1780 el próspero empresario transportista (recuas) de noble origen, José Gabriel Condorcanqui, educado en colegio de curas, se subleva contra el sistema de los Corregidores, ejecuta a uno de ellos e inicia en el Cuzco el rápido, voraz y cruel incendio revolucionario bajo el nombre de Tupaq Amaru II. La rebelión social desatada por Condorcanqui sería continuada en La Paz por los feroces hermanos Katari.
Un tal Butrón, mestizo particularmente cruel, debía tomarse a Arica y bajó del altiplano asolando todo lo caucásico en Socoroma, Livilcar y Belén, pero en Codpa se le opuso el cacique Diego Felipe Cañipa, quien se declaró fiel al Rey de España hasta en sus últimos gritos. Butrón lo despellejó vivo en la plaza.
Cañipa parece haber sido sospechoso de componendas con el encomendero español (era un arriero de importancia), pero en gestión solidaria los indios habrían colgado en la plaza al cura local, tras tres días de cautiverio. Otra versión dice que Butrón tomó al curita de rehén y se refugió en el territorio caranga, dejando en Codpa a un representante que a la primera instancia se disculpó por escrito ante la autoridad militar venida de Arica, tratando a Butrón de malévolo conductor de foráneos y acusando al curita de hacerse el ciego ante el abuso de los Corregidores.
Tacna fue fácilmente tomada por los revolucionarios al mando de Alí, tras la huida del Corregidor, Andrés Ordóñez y Natera, colaboradores y familia a Ilo y luego a Callao. Se cuenta que Locumba estaba sitiado, pero un improvisada procesión del Señor de Locumba habría hecho retirarse a los rebeldes.
No atreviéndose a atacar a Arica ni a Iquique pero consciente del efecto de su crueldad, Butrón mandó un mensaje a Iquique y pueblos intermedios comunicando que a corto plazo iría a “besarles las manos a sus mercedes, señoras e hijas”. Tupaq Amaru II y familia ya habían sido cruelmente ejecutados en Perú y mientras Tupaq Katari sitiaba a La Paz, Butrón se había hecho fuerte en Tarapacá y los españoles de Pica, Matilla y Huantajaya se refugiaban en Iquique. Finalmente, 30 (¿100?) vecinos del interior de Iquique y sus esclavos negros lo colgaron tras atraparlo con sus colaboradores y a su escolta de 300 indios recuperándose de la embriaguez propia de los festejos de la virgen del Rosario.
La rebelión indígena trajo como consecuencia la excomunión de los habitantes de nuestra sierra, quienes sólo fueron perdonados cuando pidieron perdón azotándose frente a la iglesia adornada de luto para la ocasión. Además, la Corona ordenó la abolición del sistema de caciques naturales (hereditarios), implementando un sistema de liderazgo indígena basado en “alcaldes” elegidos por un año. Paulatinamente, se sigue destruyendo el ordenamiento social, económico y conceptual del Mundo Andino.