Ticnamar, donde la sierra se viste de gala
Antes de llegar al pueblo...
Si uno quiere conocer lo más hermoso de nuestra sierra, tiene que empezar por Ticnamar (Ticnámar). Es fácil llegar allí: desde
Codpa hay un camino que cruza la quebrada de Apanza, pasa por el pequeño poblado de
Timar (
fotos) en la quebrada de Carza y empalma con el camino contemporáneo más directo que viene desde Arica (A31), el cual se origina donde están las Presencias Tutelares, justo al terminar la cuesta de Acha. Tras atravesar la pampa rumbo al este, se junta con el que viene de Timar y se introduce en la sierra a través de la liviana cuesta Viscachani ("lugar de vizcachas"). Luego baja y sube una quebrada con muy escasa vegetación y luego llega a otra, donde estaba el campamento Planchones del Servicio Militar del Trabajo que terminó el camino a fines de 1955.
A más de 50km en línea recta al SE de Ticnamar está lo que hoy se denomina Chilcaya, al borde del
salar de Surire y de la frontera con Bolivia, de donde se extrae bórax desde hace mucho tiempo (hay un minúsculo poblado más antiguo que la actual faena minera al otro lado del salar). Cuando no existía más transporte que las mulas, se trató de llevar a la boratera unas planchas de fierro de 2x0,4m y unos 5cm de espesor, pero tuvieron que abandonarlas porque no pudieron avanzar más allá de cierto lugar en esa quebrada y desde entonces la zona recibe el nombre de Planchones. Poco más allá está la estrecha y serpenteante quebrada de Jiphilla (Ipilla o Jipilla, viene de
jiphilla, tripas), la que representó el sector más difícil en la construcción del camino.
Hay que bajar despacio la quebrada de Jiphilla para apreciarla porque, aunque hoy con pocas vertientes de agua y escasa vegetación, está llena de pircas, corrales, paskanas (refugios o moradas transitorias, en este caso cuevas con la entrada pircada), pequeñas terrazas agrícolas y evidencia de una antigua ocupación que hoy parecería inútil. Poco antes de terminar, hay en el lecho de la quebrada una roca que parece un cóndor posado sobre la tierra, con las alas semi-desplegadas. Por ella los locales prefieren denominarla "quebrada del cóndor". Casi al llegar a su fin está el pequeño caserío de Jiphilla (Lat. 18º39'46", Long. 69º32'35"), del que no quedan más que unos corrales y al lado sur de la quebrada, la principal trampa de burros salvajes de la zona. La quebrada termina vertiéndose en la extensa pampa de Oxaya (
foto).
Desde Arica, uno puede llegar en poco más de dos horas a Ticnamar, pero si realmente quiere conocer el lugar hay que detenerse en varias partes. Es que lo que vale allí es el paisaje y la historia.
Una vez, acompañado por don Oscar Mena, Presidente de la Comunidad Indígena Aymara de Ticnamar y de su primo, don Bernabé Mena (QEPD), nos detuvimos un par de kilómetros antes de la antena repetidora para disfrutar de la increíble vista que hay al borde de la quebrada de Oxa. Habremos caminado unos 500m bajando, pero demoramos un par de horas en volver. Además de la infinita variedad de hermosas piedrecillas de todos los colores y combinaciones, al fin del período de las lluvias verá en el suelo, además de la tola y otras plantas poco atractivas propias del entorno, unos hermosos cebollines silvestres con una desproporcionada flor roja y otras plantitas de hojas similares pero de flores redondas blancas. La desproporcionada raíz de las últimas se pela con facilidad y resulta un bocado fresco, acuoso, un poco dulce y con un leve sabor a pera. Es el
siki-siki, la "golosina" de los muchachitos pastores (
foto).
La quebrada de Oxa viene de
Timalchaca pasando por
Mullipungo. En Mullipungo se introduce en la tierra para formar un cajón angosto de paredes abruptas, con inmensos bloques de piedra caídas al fondo. Luego desciende hacia Ticnamar (
fotos). El recorrido por el fondo de la quebrada es lento y moderadamente difícil hasta ese lugar, pero luego éste se amplía y el lecho arenoso y no blando del río facilita la caminata. Pero lo que es impresionante en lo escénico es la vista desde arriba, en Lat.18º38'11"S, Long.60º31'07"O. Ticnamar queda a 7km hacia el Sur.
El ordenado verdor del fondo de la quebrada, delimitada por potreros pircados relativamente pequeños donde se cultiva fundamentalmente alfalfa y orégano, el pequeño estanque que sirve al puquio (“ojo de agua”) que brota a los pies de la ladera oeste y el ondulante gris-plateado del superficial y disperso flujo de agua del río (sólo después de las lluvias), casi pasan desapercibidos porque la vista se interna hacia las antiquisimas montañas del este por la quebrada de Chucaya.
Cuesta describir el todo pues cada rincón está lleno de historias. Por esa quebrada para adentro hay una cueva honda que servía de paskana (morada transitoria) a la tía Justa Chipana. Estamos a unos 3.000m de altura en la prolongación de la
Sierra de Huaylillas que desciende desde el norte un poco al oeste de la cordillera alta propiamente tal. Ambas contactan más al norte, por allí por
Socoroma y
Zapahuira, pero la escarpa serrana termina verdaderamente cerca de donde estamos, un poco hacia el sur. Hacia allá está el temible cerro Márquez o "del Marqués", un conglomerado de antiguos volcanes (
foto) llenos de “leones” (pumas) y donde reside el Diablo, quien tienta a los mortales con fabulosos tesoros de plata y oro que revela y oculta a su antojo. Antes de éste, la pampa de Oxaya envía una delgada prolongación hacia Timalchaca y desde allí los últimos vestigios de la sierra de Huaylillas continúan hasta fundirse con el cerro Orcotunco. No lejos de allí está Umirpa, puerta de entrada al altiplano boliviano en las latitudes vecinas a Oruro. Si un "marchante" (caravanero) boliviano quiere descender al territorio chileno, allí tiene la opción de bajar adonde estamos, o de pasar al otro lado del Marqués y llegar a Codpa.
Al norte de Chucaya, casi justo al frente nuestro, el borde este de la quebrada de Oxa pasa a ser el cerro Charcollo, con pocas historias pero conocido porque en sus faldeos hay un cementerio que data del
Período Intermedio Tardío, proveniente de un grupo humano con un estilo cerámico (
foto) que recientemente se ha incluido como un quinto “componente” de las “tradiciones” del período, antes limitadas a San Miguel, Pocoma, Gentilar y Chilpe. Hay otras ruinas modestas más abajo de la quebrada, casi al llegar a Ticnamar, con muchos terraplenes o
andenes agrícolas estrechos, con delgados canales de irrigación para aprovechar el agua de las lluvias, escasos recintos habitacionales con muy pocas "despensas" (
colcas) domésticas y cerámica Charcollo exclusivamente.
Si dejamos la pampa de Oxaya y nos vamos a la cuesta que sale rumbo al norte desde Ticnamar, veremos que la quebrada de Oxa roza tangencialmente al poblado y recibe el río Ticnamar (río Grande le llaman los lugareños). Hacia el este de esta conjunción está Ticnamar Nuevo y detrás de éste se alza un cerro de vértice truncado como una meseta, en cuyo borde se adivinan los hermosos calvarios o templetes católicos que dominan al pueblo. A mano derecha, la quebrada de Oxa y a la izquierda, más atrás del cerro Santuario y otro similar que es el cerro Jach’a Tangani
al que pronto nos referiremos. Al fondo, la inquietante majestuosidad de módulo montañoso del Marqués (
foto).
Es una aventura encaminarse por la quebrada de Oxa hacia el sur. El lecho del río tiene bolones y arena firme y se puede caminar sin mojarse aunque esté bajando el río. Por todas partes crecen chilcas, unos arbustos sin gracia y yaros (yara, Dunaria spinosa), arbustos con una flor que parece un pequeño copihue violeta y unos pequeños frutos naranja. De cuando en cuando, un pequeño predio de alfalfa (Medicago sativa) , con sus hermosas flores azules. Si ya ha llovido, cerca de los arbustos, de pronto se percibe una protuberancia que fractura la superficie lisa del suelo de arena húmeda: ha encontrado un amañoco (sicha, ank’añoka o amañoke)...
Esta extraña planta es una hierba subterránea que carece de hojas y clorofila y consigue vivir parasitando a la raíz de otro vegetal. El huésped puede pertenecr a una amplia variedad de especies, incluyendo a las ya mencionadas y en otros lugares a la queñua, chachacoma, tola, etc. Pertenece a la familia de las Balanoforáceas, con especies que se distribuyen en regiones tropicales o subtropicales Una estructura como papa parasita a la raíz del huésped y de ella nace una inflorescencia (eje floral) carnoso que parece una piña y que se dirige a la superficie portando muchísimas pequeñas flores, de las más chicas que se conocen. Estas terminarán produciendo un fruto que es como una pequeñísima nuez. En nuestra zona parasita a la chilca, al yaro y ocasionalmente a la alfalfa, por lo menos. El conjunto es la tríada raíz de arbusto, papa de tamaño mediano y la inflorescencia, la cual parece una piña chica con flores y frutos pequeños desde las cuales se esparcen unos gránulos de intenso color rosado. La "piña" o inflorescencia se une a la papa por un cuello ancho, fácil de fracturar y antes los lugareños se conformaban con ésta para comerla, pero hoy se tiende a sacar también la papa, no comestible pero con supuestas propiedades medicinales. Lo que se come es el interior blanco de la inflorescencia, de consistencia fibrosa con alto contenido de agua algo dulce, a veces amarga y sabor a pera desabrida (
fotos). En el valle de
Copaquilla me contaron que la que crece del yaro es más sabrosa.
Supongo que nuestro amañoco es la Juelia subterránea (otro nombre científico sería Ombrophyton subterraneum), pero eso no tiene importancia para nuestro relato. En otras partes se denomina sicha, pora o maíz del monte. El finado don José Lecaros, nacido en 1891 en Pica y quien participó en las últimas caravanas que proveían a las salitreras desde Argentina, le llamaba "amañuco" y decía que los guanacos lo desenterraban con sus patas y lo comían para proveerse de agua.
Más información en:
Pardo, O. 2007. El amañoco, Ombrophytum subterraneum (Aspl.) B. Hansen, como alimento en la Región de Arica-Parinacota (XV), Chile. Chloris Chilensis Año 10, N°2. URL: http:www.chlorischile.cl.
En 1948 se inició un ciclo de lluvias torrenciales durante el "invierno boliviano" (el verano en el resto del hemisferio sur) que terminó llevándose a la mayor parte de Ticnamar Viejo en una crecida del río el 19 de marzo de 1959 según me informaron dirigientes de la Comunidad Indígena, el día de San José, curiosamente el encargado de las lluvias. Otra versión indica que el desastre ocurrió el 15 de agosto, el día de la fiesta de la Virgen de Asunta. Pero agosto no es época de lluvias...
En 1955 Ticnamar tenía 44 casas, con unos 280 habitantes que explotaban no más de 140 hectáreas. Por años las crecidas estivales del río fueron achicando al pueblo y algunos vecinos se empezaron a trasladar un poco hacia las faldas del cerro Santuario, pero el desastre de 1959 los hizo decidir cambiar de ubicación al poblado.
Afortunadamente se salvó la hermosa iglesia. Ya existía allí una en 1618. Luego fue reconstruida o restaurada en el siglo XVII o XVIII y luego a fines del siglo XIX, con su nave principal y las dos capillas laterales casi ocultas bajo inmensos árboles. Su atrio hasta cerca del 2005 era húmedo y sombreado, contribuyendo a crear una atmósfera que sugiere antiguos secretos. Tiene una hermosa portada de 1884, con dos columnas helicoidales y un borde superior con flores talladas en una piedra local que se parece al sillar arequipeño. Por entonces conservaba su techo de paja brava sobre una armazón de estera y caña, en contraste con el horrible techo de planchas de zinc de otras iglesias de la zona. Cerca está su esposo, Mallku Torre y detrás de ella, un hermoso y pequeño cementerio, seguramente minimizado por el desastre de 1959 (
fotos). Con harta pena, en julio del 2008 la ví desprovista de la sombra de los grandes árboles que la rodeaban y el techo cambiado por la fea calamina. Es que parece que Ticnamar, pese a la belleza de su entorno, no sabe cómo preservar el encanto del pasado y nada gana con los bien intencionados pero poco atinados aportes para tratar de “hermosearlo”. Ejemplo: la iglesia “nueva”. Un ejemplo más es el portal que desde el 2005 se observa a la entrada del cementerio principal, al oriente de la iglesia de Ticnamar Viejo. Con la mejor de las intenciones sin duda, particulares le aportaron un “adorno” que nada tiene que ver con su pasado andino, con figuras de angelitos al lado de fuentes al estilo europeo. Pese a lo mucho que me gusta Ticnamar y sin pretender agredir a nadie, veo que todo lo moderno que allí se ha hecho conspira en contra de su centenaria identidad y poco a poco se va viendo con más y más intensidad que sigue desentonando con su entorno e historia. No soy el primero en decirlo: lo “moderno” de Ticnamar es hoy la más clara muestra de la pérdida de identidad andina...
El pueblo antiguo se extiende desde la iglesia hacia el oeste, casi hasta la confluencia de la quebrada de Oxa con el río Ticnamar. Hacia el nordeste está el pueblo nuevo y el camino a
Saxamar que llega finalmente a empalmar con la carretera internacional en Zapahuira. Hacia el noroeste está el camino que sube a la pampa de Oxaya y lleva a Arica o a
Timar y
Codpa.
Ticnamar tiene aun mucho que contarnos, entre sitios que me muestran los lugareños y reliquias arqueológicas que ellos desconocían y que han descubierto con entusiasmo acompañándome y/o guiándome en mis vagabundeos. Lugareños con cierta brecha en la comprensión de su pasado y un extraño intruso que lo ha hurgado en libros, por algunos meses se convirtieron en un "equipo" que potencia fuertemente la capacidad para comprender el lugar.