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Mit’a implica un trabajo no remunerado de la plebe en bien de la estructura imperial o dominante, como en el caso del contingente que una comunidad debía aportar para el trabajo de las minas durante el dominio de los españoles.
En un sentido más amplio, el mitmaq involucra el ingenioso y eficiente procedimiento de desplazar poblaciones o grupos de individuos (mitmakuna en quechua) desde su lugar de origen a tierras lejanas, con fines de colonización, explotación de recursos no disponibles en el centro administrativo, defensa de fronteras conflictivas, etc.
La práctica ya era común en el imperio Wari, quienes desplazaban a andinos cultivadores de papas a territorios bajos para proveerse de maíz. Pero los incas fueron quienes la explotaron en forma masiva y más eficiente, a menudo seleccionando grupos conflictivos quienes, al ser desplazados de sus lugares de origen e implantados entre etnias diferentes, perdían poder. Pero no siempre implicaba un castigo, sino que a menudo obedecía a la conveniencia de la estructura estatal, como ocurrió en el valle de Cochabamba, cuyos habitantes fueros desplazados a otros lugares con fines de explotación de esos territorios y el valle fue colonizado por mitimaes que para los incas eran más confiables, en un territorio permanentemente amenazado por invasores amazónicos.
Pero nada es tan simple en el Mundo Andino. Algunos mitmakunas incaicos pasaban a ser sólo colonos controlados por el imperio y quedaban desconectados de sus organizaciones sociales originales: una nueva etnia para complicar el mosaico del Tawantinsuyu. Otros conservaban su relación con sus orígenes y obedecían a las estructuras jerárquicas de éste, lo que se ha denominado “mitmakuna étnicos” o “llactaruna”.
Antes de los incas, los mitmakuna trabajaban para su propia etnia, obteniendo recursos en tierras lejana a las que ésta no tenía acceso directo, siguiendo el patrón de ocupación simultánea de múltiples nichos ecológicos que es propio del Mundo Andino.