Elementos de cosmovisión andina
Dispuesto a recibir críticas por la complejidad del tema y por no ser un experto en la materia, me atrevo a ofrecer un resumen de lo que he aprendido, en vista de que ningún erudito ha intentado hacerlo en un medio de difusión masiva, pese a la liviandad y frecuencia con que el término "cosmovisión andina" suele emplearse. Por lo anterior, he tratado de priorizar los conceptos descritos en 1991 por Malú Sierra, periodista chilena que investigó a lo largo de 3 años --y en el terreno mismo-- la realidad actual del mundo Aymara. Advierto que el bagaje cultural aymara es relativamente tardío y no representa necesariamente a todo el Mundo Andino en los más de 3.500 años de civilización anterior y los 500 años de dominio incaico ulterior, pero sirve como punto de partida para comprender mejor a nuestra gente y se aplica con mayor propiedad a la Arica Profunda actual.
No sé dónde terminan las religiones y empieza la proyección del individuo o de un pueblo desde donde está y hacia los confines materiales y/o conceptuales que forman su entorno. No sé describirlo bien, pero todo lo relevante al orden Aymara se vincula con sus creencias. Tal vez la palabra cosmovisión, que implica mito, nos evita confundir eso con las religiones occidentales, las que no son compartidas por todos ni condicionan cada una y todas las actividades del individuo y de la colectividad como ocurría con los aymaras. Pero el Mundo Andino comprende a muchas otras etnias, especialmente los que hoy se denominan quechuas y que gobernaron el imperio incaico y una gran variedad de grupos carismáticos, desde los kallawayas de la vertiente oriental de los Andes, quienes se creen médicos brujos casi por el hecho de ser kallawayas (
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Por decirlo de alguna manera, por compleja que la cosmovisión aymara le parezca a los caucásicos citadinos, es lo más simple que hay: es sólo adaptación a la realidad de la peculiar naturaleza andina, requisito indispensable para seguir viviendo. Búsquese la más simple y eficiente forma de establecer en la sierra y altiplano andinos una sociedad que pueda proyectarse a través de las generaciones y necesariamente se reinventará el pensar de los aymaras.
Entre ellos, todo es aparentemente dual, macho hembra, blanco o negro, pero los opuestos no luchan entre sí tratando de neutralizarse como el Dios y el Diablo de los cristianos, sino que son parte del todo, se complementan y sin uno no hay otro y ambos forman un abanico tripartito de posibilidades (macho, hembra y macho con hembra) (
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Las cosas son todas macho (sol) o hembra (tierra o Pachamama, mar o Cochamama). El oro es macho y la plata es hembra. Los pueblos también son macho o hembra: los incas, adoradores del Sol y dueños del mundo, son machos, mientras el pueblo Aymara es hembra, de la tierra, productor de bienes para que pueda gobernar el macho. Hay
achachilas machos (Mallku) y hembras (T’alla) pues no hay en el mundo Aymara un ..o sin una ..a, aunque la última sea menos conspicua. La misma naturaleza es producto del equilibrio entre machos y hembras. Para los incas, por ejemplo, el río Urubamba es el macho que fecunda a la hembra Pachamama (la madre tierra) con el semen (limo) que arrastra desde las alturas. Fíjense en la trilogía: macho (río), hembra (tierra) y equilibrio (el fértil Valle Sagrado de los Incas, feliz resultado de la interacción complementaria de los sexos "opuestos").
Según la leyenda, los aymaras salieron de la tierra. Simplificando diferentes versiones debidas a la ulterior asimilación de ideas de los incas y a las deformaciones debidas a la sesgada visión de los cronistas españoles (educados, como nosotros los chilenos clásicos, para no concebir que se pueda pensar en forma tan distinta), digamos que antes había otra humanidad, la que cayó en desgracia con el
Creador. Aqui se confunden las cosas pues lo más probable es que no hubo un Creador o, si se quiere ser tolerante con la tergiversación católica de la mitología andina, éste pudo ser el Tunupa pre-Tiwanaku o el Viracocha pukino-wari-incaico. Por ahora pasemos por alto una compleja controversia y otorguémosle a Viracocha el rol de Creador y aceptémoslo en la forma convencional, algo así como el enlace entre el Dios Sol (Inti) y Pacha, palabra que implica tanto al tiempo, al espacio como a la totalidad. Pacha sería la deidad cósmica, el Dios original y generador de toda la fuerza.
Pues Viracocha se deshizo de la primera humanidad. Luego esculpió en piedra a los hombres y mujeres de la nueva humanidad, los dotó de las variables propias de cada raza (nombre, cultura, ropaje, lenguaje, bagaje agrícola) y los metió bajo tierra para que desde allí salieran a los lugares que les estaban destinados. Los lugares (cerros, lagunas, árboles) por los que salieron quedaron como veneradas wak'as principales y se denominan pakarinas.
Por el lago fueron paridos los aymaras. La Pachamama es pues la madre diosa, la principalísima wak'a y el andino la embellece (terrazas), le facilita su contacto con Inti mediante
apachetas y construcciones ceremoniales y la cuida amorosamente. La Pachamama es la inmensa wak'a en la cual vive el andino, wak'a que encierra una tremenda potencia y sin embargo nada desperdicia, pero que pese a su austeridad puede ser implacable. La agricultura en el mundo andino no es una mera siembra-cosecha utilitaria como en el resto del mundo, sino un acto de amor. Es la caricia que el hombre hijo-esposo le prodiga a su esposa-madre wak'a para mantenerla sana y hermosa, a la vez que ella le aporta el sustento. Por eso el andino es austero, respetuoso de la naturaleza, provisto de un concepto ecológico que ridiculiza en su profundidad y dimensiones al más ecologista de los movimientos occidentales contemporáneos.
Siento admiración por esta generosa visión del cosmos, la que contrasta con los egoístas principios occidentales prevalentes.
El paradigma de los opuestos complementarios pareció más o menos fácil de comprender. Entonces, pasemos a conceptos más complejos.
El lenguaje Aymara, de alguna discutible manera emparentado con el quechua y comprendido por unos 2 a 3 millones de personas, es un reflejo de la integridad e intimidad conceptual de su pueblo y expresa con claridad que todas las posibilidades son trivalentes. Junto al primitivo concepto "occidental" del sí (jisa) y el no (jani) está el inasa (capaz que sí y capaz que no), el cual representa el equilibrio del individuo, temporal y físicamente ubicado en el medio, en el akax pacha, dimensión ubicada entre el mundo de arriba (araj pacha) donde habita el sol y la luna y el de abajo (manqha pacha), donde se guarda el registro de lo que ya pasó. Por eso es que el aymara parece muy ambiguo pues no se define con claridad ante la burda dualidad occidental. En su mismo lenguaje o forma de expresarse todo es relativo, con tal que se conserve el equilibrio. Lo absoluto es el equilibrio que depende de la interacción de los opuestos complementarios, el cual existe aun cuando se inviertan los polos.
Los opuestos pueden ser complementarios “por la buena” (yanani), como una pierna con la otra, o ser absolutamente irreconciliables (awqa), como el día y la noche. Los últimos se “complementan” turnándose (kuti) para evitar el enfrentamiento y mantener la armonía.
Ahora algo que no hubiéramos imaginado: en la dimensión de abajo mora el pasado, pero el futuro no mora arriba. Casi podríamos decir que no existe el futuro, o que mora abajo, junto al pasado, porque lo que interesa para sobrevivir en los Andes es el presente y la consideración del futuro es la mayor fuente de codicia en el mundo occidental. La vida se acepta como es en los Andes, de acuerdo a lo que el pasado ha establecido. El pasado es lo importante, porque condiciona el futuro, el cual no es más que una vuelta al pasado: existen eras en cierto modo recurrentes, como en una espiral. Ya volveremos sobre eso.
No hay, pues, nada bueno o malo, sino que bueno y malo. Y lo bueno no es siempre bueno, pues cada 500 años se invierte la polaridad del mundo y lo de arriba queda abajo y viceversa. La verdad es relativa, de acuerdo al principio popularizado por Tomás de Aquino: “verum est adaequatio rei et intellectus”. Para ellos es el equilibrio que establece la interacción de los opuestos complementarios, lo único soportable o viable, el akax pacha. Cada crisis de polarización o pachakuti (pacha es espacio, dimensión, tiempo, totalidad; kuti es turno, inversión) trae, por supuesto, un evento importante. El último significó el envío del Inca a la pacha de abajo, la del pasado, pero ya está que viene el próximo pachakuti (ya han pasado más de 5 siglos) y el Inca saldrá a terminar su tarea integradora andina y seguramente enviar al no-indígena (q’ara), hombre blanco, ladrón, invasor, al manqha pacha que hoy ocupa el Inca. Ese es el futuro: no el mundo de arriba en pueril contraste con el de abajo, sino la continuación de lo establecido por el pasado, pues eso involucra una ética y expectativas de mayor valor práctico y social. Pero no es una mera repetición (no es cíclico), sino más bien sigue una trayectoria espiral, siempre avanzando (por ejemplo, no hubo un Inca en los pachakuti anteriores).
El equilibrio entre la pacha de arriba y la de abajo es, entonces, el tercer elemento de la trilogía: la realidad de todos los días y el comprender que está determinada por tan potentes complementos hace que el aymara esté armónicamente integrado a su mundo y pueda así sobrevivir. El lago Titikaka, además de ser el sexo de la Pachamama, es el equilibrio mismo, pues es mediador entre lo alto y lo bajo, tanto en lo que se refiere a la dimensión cósmica descrita como a la división territorial primaria en dos porciones, una occidental alta, seca y masculina (urqu) y otra oriental húmeda, baja, peyorativa (uma). Ya volveremos a este tema.
Teóricamente no hay robos, adulterio, holgazanería, porque todos deben cumplir con el principio del equilibrio o ser marginados del sistema (o eliminados, pues quedando solo no se sobrevive). No se va a ninguna parte, pero el camino hay que hacerlo y hacerlo bien, sin apuros (¿alguien ha visto al sol yendo a alguna parte o haciendo su pega apurado alguna vez?). Nadie muere completamente, pues el aymara es una manifestación de la energía andina y como tal se reciclará: todo se recicla, no hay nada que no sea biodegradable, física y conceptualmente y en esencia el aymara no saca de su dimensión a sus muertos, sino que los mantiene espiritual y a veces físicamente en su entorno. Hay un orden universal del cual nadie escapa, ni siquiera los humanos y no existe la posibilidad de sobrepasar al sistema con algo parecido a "ganarse la lotería". De todo el universo, lo conocido e imaginado, sólo un personaje reside fuera de los tres Pachas: el Creador, ya sea Tunupa o Viracocha, pero eso es otra larga historia.
Es en la cosmovisión andina donde se genera la extrema dificultad experimentada hasta épocas recientes en introducir en el mundo Aymara la esencia doctrinaria del catolicismo más que la mera adopción de elementos litúrgicos. No se podía tentar al indígena con la promesa del ocio celestial, pues el ideal de ellos era caminar, caminar siempre sin detenerse, sin llegar a ningún destino. Habría sido una aberración que alguno quisiera llegar a la categoría de ángel o santo, pues habría desequilibrado el sistema. El hombre blanco no era de confiar pues prometía el cielo sin pedir nada a cambio. En todo el ámbito andino, individual o político, la clave conceptual es "yo te doy y tú me das lo que corresponde", pero precisamente lo que corresponde, sin pillerías, trampas ni "perdonazos" como la confesión.