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Pintatani (Lat.18°52’S, Long. 69°54’O). A menos de 10km en línea recta aguas abajo de
Cachicoca (más de 15 si se consideran las subidas y bajadas y los vericuetos de una huella tropera difícil) está Pintatani, que nos dolía no conocerlo. Entonces, el año 2007, aprovechando la cabalgata anual a Codpa que esta vez pasó por
Calaunza, con mis amigos jinetes decidimos pernoctar en lo que queda de la Hacienda Pintatani, de donde tomó el nombre el famoso vino de Codpa. Quedan restos de la casa patronal y de la bodega, con varias inmensas tinajas de greda semi-enterradas, de 300 litros o más, una de las cuales indica que fue elaborada “
por un cochabambino en esta hacienda de Pintatani, por encargo de don Agustín Maure en el mes de octubre de 1848.
El Sr. Augusto Maure debe haber sido todo un personaje. De origen vasco, a fines del siglo XVIII compró la mayoría de las propiedades de la zona y plantó frutales y viñedos para abastecer a Arica y a las salitreras, dejando a un lado los maizales y trigales previos. El lugar pertenece hoy a los Andía y está deshabitado.
Tal vez al vasco le pudo haber ido tan bien que Pintatani hubiera sido hoy un lugar accesible y vigente como Codpa, pero cuenta Luis Urzúa en su libro “Arica, Puerta Nueva”, que los codpeños no dejaron pasar el agua valle abajo a fines del siglo XIX, lo que llevó a un recurso ante la Corte de Tacna, la cual falló en 1891 que las aguas eran de quien las captaba. Punto final, casi-muerte de la explotación agrícola aguas abajo de Codpa, fin de los exquisitos vinos originales de Pintatani, degustados hasta por el Papa de entonces.
Siguiendo hacia el oeste, el sitio siguiente es Bodega del Medio (propiedad de la familia Albarracín), también abandonado y luego Calaunza, aun explotado por la familia Andía y ya cerca de la carretera panamericana y separado del anterior por una angostura que es como si una miniatura del Morro de Arica se proyectara al interior del estrecho valle, Chaqui. Pintatani, Calaunza y Chaqui pertenecen a un grupo familiar formado por los Andía, Vásquez, Ticona y Caqueo.
Pese a que el tránsito entre Chaqui y Pintatani debía hacerse por un estrecho sendero a media altura por la ladera norte del valle, esos 10km en línea recta de poniente a oriente pueden ser considerados como una “comunidad” que podría llamarse “Pintatani”. Parcialmente explotada, tiene un interesante potencial turístico que depende de una buena administración de las aguas y de la habilitación de una huella vehicular que las conecte con el camino a Codpa, ya solicitada a la Municipalidad de Camarones en el 2001. Pues el 2007 nos encontramos con la sorpresa (y experimentamos cierta tristeza) de que ya se había implementado una precaria huella vehicular desde Chaqui a Calunza y a Pintatani. ¡Qué bueno dijieron nuestros caballos! ¡Qué pena dijimos nosotros! Llegarán turistas a perturbar nuestro patrimonio de antaño, eliminaron al más espectactacular petroglifo de una serpiente que he conocido y ampliaron la huella tropera que sabía a aventura.
En fin, aunque decididos a hacerlo como fuera, llegar a Pintatani fue relativamente fácil siguiendo la huella vehicular que (por suerte) no durará mucho sin una permanente mantención pues los permanentes deslizamientos de tierra la deterioran. Más pena aun me dió ver que en Calaunza se “inventaron” burdos geoglifos para los potenciales turistas. Pero, en fin, llegamos a Pintatani.
La huella vehicular llega a una de las dos ruinas del asentamiento del lugar, posiblemente a la secundaria pues no encontramos en ella las grandes tinajas para almacenar el vino, sino sólo otras más pequeñas en forma de zanahoria que se enterraban para aguardar agua ¿o vino para el consumo local? y otros vestigios que dan alguna idea de cómo se vivía allí durante la segunda mitad del siglo XIX.
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Tinaja en forma de zanahoria, que se enterraba verticalmente para mantener fresco a su contenido, dejando su boca a ras del suelo.
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Restos de una silla tropera .
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Loza elegante utilizada por los residentes de antaño.
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Acampando en las ruinas de Pintatani.
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La huella tropera original entre Calaunza y Pintatani, que no seguimos por razones de tiempo y seguridad, llega a otras ruinas en la ladera norte del río y la vegetación y las crecidas de éste han eliminado la conección que debió haber existido entre ambas. Hubiera querido tener tiempo para visitar las ruinas del otro lado del río, pero al día sigiente nos esperaban más de 8 horas de cabalgata para llegar a Codpa y cumplir con nuestro compromiso con el inicio de la Fiesta de la Vendimia, por sexta vez consecutiva. Amamos a Codpa y no le podíamos fallar..
La huella vehicular termina en Pintatani. El 2005 pernoctamos más abajo, en
Calaunza y luego ascendimos a media ladera y tras unas dos horas de cabalgar por una huella tropera con escasa pendiente, los animales debieron enfrentar un nuevo ascenso hasta la pampa. Pero esta vez, desde Pintatani, fue muy duro para ellos. Desde el
talweg del valle en Pintatani debieron ascencer directamente hasta la pampa, a lo largo de unas dos horas y media. Mi yegua, fuerte y animosa, se detenía a menudo, incapaz de continuar. La dejaba descansar algunos minutos pero llegó hasta el punto de casi caerse de cansancio: todo su cuerpo tiritaba y sus manos parecían a a punto de colapsar. Tuve que desmontar y compartir a pie el esfuerzo de ascender por un tramo escarpado que nos tomó unos 20 minutos. Por suerte, como ya lo he dicho, uso botas troperas militares, estupendas para caminar y cabalgar. Con botines de “huaso” de tacones elevados, mis pies habrían quedado en un estado miserable: para cabalgar por nuestra sierra se tiene que estar preparado para caminar por horas y horas si el caballo se agota o se lesiona. Y para caminar por esos lares se necesita el más eficiente calzado: nunca se sabe si uno ha de caminar 5-10 horas para llegar a un lugar con agua y vegetación para asegurar la sobrevivencia de la dupla caballo-jinete.