Arica, componente esencial del Mundo Andino 
 
Si nos olvidamos por ahora del norte del Perú con su "Ideal" andino Wari-Inca y nos concentramos en la cuna de nuestra cultura, podríamos definir a un curioso "país" que llamaremos circuntitikaka (foto). Su núcleo político y religioso estuvo inicialmente formado por las diversas etnias que poblaban las riberas del lago Titikaka: Chiripa, Wankarani, Pukara, culminando con el imperio Tiwanaku. La tardía gestión incaica influyó con menos fuerza y sólo indirectamente en Arica y su sierra. 
 
Continuando la descripción de la evolución del Mundo Andino ya esbozada, enfoquemos nuestra atención en lo que sucedió en Arica, particularmente en sus costas y valles bajos. 
 
 
Período Arcaico 
 
Mucho antes de Chinchorro se empezaron a ocupar nuestros valles en la vecindad de la costa, hace 9.700 años en Tiliviche y 9.000 años en Arica. El origen de las poblaciones costeras arcaicas de Arica es poco claro. Posiblemente provenían del sur del Perú, pero sus genes se relacionan con los de las etnias amazónicas. 
 
El Hombre de Acha-2 
La más temprana evidencia de ocupación humana de Arica, de hace unos 9.000 años, se encuentra en una terraza de origen fluvial ubicada en el límite meridional de la ciudad actual, lo que fue un basurero informal frente al aeródromo El Buitre y hoy (año 2016) está completamente atoborrado de míseros ranchos de una ocupación ilegal y en no pocos casos injustificada, al otro lado de la carretera (mapa). Si persistieran los cursos de agua, la terraza formaría una especie de isla entre la Quebrada de Acha y el río San José. Muñoz y Chacama describen a principios de la década de 1980 un asentamiento humano primitivo en el sitio Acha-2, constituido por una decena de recintos habitacionales circulares con un fogón central, delimitados por una doble hilera de piedras y trozos de formaciones calcáreas de origen marino, las que pudieron servir para afirmar postes de madera que sostenían paredes de material liviano, conformando tal vez una vivienda cónica. La Universidad de Tarapacá publicó en 1993 un libro que describe con detalle el sitio (”Acha-2 y los orígenes del poblamiento humano en Arica”, editado por Iván Muñoz, Bernardo Arriaza y Arthur Aufderheide). 
 
Se encontró una tumba con el cadáver de un varón de 25 a 30 años que yacía en decúbito lateral, con las piernas flectadas, envuelto por cuero de auquénido y estera vegetal encima (foto), con ofrendas que contribuyen a suponer que había alguna preocupación por el más allá, aunque éste poco se expresa en el ulterior Complejo Cultural Chinchorro. Algunas de estas características, así como la técnica empleada para confeccionar la estera y detalles morfológicos del cadáver, son semejantes a las de los primeros restos de los individuos de la Fase Cultural Chinchorro, Morro-1 (Allison) y Camarones-14 (Schiappacasse y Niemeyer). Estaríamos, entonces, en un ámbito forjador de la peculiaridad Chinchorro que aparece 2.000 años después. Por añadidura, cerca de allí (Acha-3), se encontraron entierros colectivos de 8.000 años de antigüedad (Santoro) en decúbito dorsal con las piernas extendidas, como lo hicieran después los chinchorros. Sin embargo, ninguno de estos cadáveres fue momificado en forma artificial. 
 
Los instrumentos de piedra encontrados en el lugar son apropiados para la caza de auquénidos y peces (foto), la mayor parte de calcedonia (depósito a decenas de kilómetros de la costa) y algunos de obsidiana, un cristal natural que se encuentra en la cordillera (foto). La alimentación del Hombre de Acha-2 se basaba principalmente en moluscos y peces en menor proporción, con un poco de carne de ¿auquénidos? y alimentos vegetales. Siguiendo la argumentación de los autores del libro referido, esto podría explicar porqué este campamento, seguramente transitorio, se instaló a varios kilómetros del borde costero. Tal vez esta gente habitaba parte del año más cerca de la costa, pero el campamento en referencia pudo servir para capturar uno que otro auquénido que se aventuraba por esos lares y posiblemente para acercarse un poco a los depósitos de calcedonia que necesitaban para sus herramientas. 
 
Sin embargo, aunque cazadores ocasionales, priorizaron los recursos marinos, pescando con anzuelos de espina de cactus (foto) y arpones y buceando moluscos. De hecho, la primera víctima de las enfermedades laborales de Chile pudo haber sido el individuo en referencia, pues muestra osteomas (protuberancias óseas) del conducto auditivo extrno, los que se producen por el buceo frecuente en aguas frías (foto). Era pues, bastante sordo pese a su corta edad. Al respecto, un dato curioso: por los restos de conchas encontrados, parece que buceaba en las costas rocosas que están al sur del Morro y por alguna desconocida razón no explotó las machas que posiblemente eran recolectables con facilidad en la playa Chinchorro o algo parecido
 
El Hombre de Acha revela, de acuerdo a Muñoz y Chacama, un “patrón de movilidad de subsistencia”: había que aprovechar todos los recursos que nuestra generosa tierra podía ofrecer, miles de años antes de que la agricultura esclavizara a la población ariqueña que, por su crecimiento demográfico, ya no pudo seguir dependiendo de la mera caza, pesca y recolección. 
 
Aunque parecería lógico presumir que el Hombre de Acha fue el precursor de los Chinchorros en base a la cronología, la posición del cuerpo en las tumbas y algunas similitudes morfológicas, hay evidencias que no me cuadran. Una de ellas es que el primero parece tener una concepción del más allá más parecida a la nuestra que a lo que sugieren los ¿muñecos mágicos? (momias) del Complejo Chinchorro. Otra es la atención brindada al cadáver de un adulto varón (Acha), mientras que los Chinchorros empezaron a preocuparse de los muertos con cadáveres de menores y de mujeres. Finalmente, el Hombre de Acha era tan alto como un individuo actual del promedio (1,68m), mientras que los Chinchorros eran bastante bajos: hasta 1,5m para las mujeres y entre 1,55 y 1,65m para los varones. Por cierto, transcurrieron unos 2.000 años entre el asentamiento de Acha y los primeros exponentes del Complejo Chinchorro, tiempo suficiente para que se modificaran creencias y fenotipos. Pero la lógica me sugiere que los Chinchorros disponían de más abundantes y fáciles recursos alimentarios y está claro que una mejor alimentación durante la niñez ha ido incrementando la estatura del hombre moderno (los asiáticos nacidos en los EEUU son más altos que sus contemporáneos criados en Asia). Entonces, si los Chinchorros descienden del Hombre de Acha, ¿porqué se achicaron? ¿No será otro grupo humano que llegó desde otros lugares lejanos? Ya lo dije: hay mucho, mucho que desconocemos y cualquier intento de ofrecer una continuidad étnica y/o cultural no tiene mucho más valor que un ejercicio mental. A la vez, no habiendo más, corresponde suponer lo lógico pero guardar prudentes reservas. En mi opinión, esto no sólo es válido para el Período Arcaico, sino para mucho que lo que creemos que ocurrió miles de años después. 
 
Otros grupos arcaicos de las tierras bajas 
El patrón de movilidad de subsistencia mencionado se aplica a otros grupos humanos vecinos a Arica. Hubo poblaciones de pescadores que habitaron la costa del valle Camarones hace unos 4.000 años y que ocupaban ocasionalmente un lugar a 40km tierra adentro, Conanoxa, seguramente para proveerse de la calcedonia que necesitaban para sus instrumentos líticos (Schiappacasse). 
 
Pero no debe pensarse en un estilo de vida homogéneo para nuestros antecesores arcaicos, como claramente lo demuestra la singularidad Chinchorro. Mucho antes de los usuarios del Conanoxa arcaico, hace más de 6.000 años según Lautaro Núñez, en Tiliviche (un estrecho valle entre Arica e Iquique), cazadores arcaicos habrían empezado a criar cuyes para su alimentación, en un asentamiento no permanente. 
 
Lo descrito configura un esquema de utilización de nuestras tierras bajas por grupos no homogéneos de cazadores de los valles y pescadores del litoral, que utilizaban como podían nuestros recursos alimentarios y la materia prima para su industria lítica, estableciendo asentamientos ocasionales ocupados con mayor o menor intensidad según sus necesidades. La densidad poblacional debió ser reducida, pues los recursos se agotan. Entonces, aparece la especialización y el perfeccionamiento técnico en el ámbito arcaico: se gesta el Complejo Cultural Chinchorro. Los osteomas acústicos seguirían afectando a un significativo porcentaje de varones adultos del Arcaico. 
 
Del Período Arcaico al Formativo 
 
Hace miles de años, los altiplánicos, ya con una larga tradición trashumante y presionados por factores climáticos, el crecimiento demográfico que trajo la domesticación de los auquénidos (fotos) y la introducción de la agricultura, se vieron obligados a expandirse y a ocupar espacios de la puna aun más inhóspitos que el Titikaka. 
 
Hace tal vez unos 3.500 años, ciudadanos de las estructuras sociales que antecedieron a la cultura Pukara del norte del Titikaka, ya habían establecido con nuestras costas un estilo de comercio mediado por caravanas de llamas y de esta forma tuvieron acceso a nuestros productos y de paso interactuaron con ariqueños costeros, influyendo fuertemente en su desarrollo. 
 
Caleta Quiani 
 
Hacia finales del Arcaico la gente empieza a abandonar sus viviendas precarias y a agruparse en comunidades más estables, pero siguen siendo “arcaicos” por la carencia de cerámica. Tal vez un esbozo de esa tendencia en Arica pueda encontrarse en Caleta Quiani (foto), donde había antes una aguada que afloraba donde mucho después estuvo la cancha de fútbol de la ex-Pesquera Eperva, la que  permitía el establecimiento de una población reducida. 
 
Uno de los cementerios del lugar, cerca de donde hoy están las industrias pesqueras, tendría casi 4.500 años de antigüedad y debe interpretarse como el de una población Chinchorro que con el tiempo, hace unos 3.500 años, abandona la momificación artificial. Siguen siendo pescadores-recolectores viviendo en habitaciones muy primitivas: una excavación superficial que contiene un fogón, con un parapeto semicircular de pieles para protegerlo del viento (foto). Utilizaban anzuelos de concha de bivalvos y de espinas de cactus (parece que por entonces existía una especie de cactus con espinas curvas, hoy extinguida). Aunque el sitio muestra muy pocas tumbas, le damos un espacio porque muestra una instancia en la cual aparecen cestos decorados, se empieza a utilizar la lana (vaya cambio, antes “las frazadas” eran de pieles o esteras vegetales), se abandonan las sepulturas colectivas para reemplazarlas por tumbas individuales con el cuerpo recostado y las piernas flectadas y se supone que se empiezan a utilizar algunos cultivos en  forma rudimentaria (calabazas). 
 
El abandono de la momificación artificial y las tumbas individuales debe haber implicado un cambio de trascendencia en las creencias religiosas y el concepto del más allá. Sin duda, esta población está ad portas de una novedosa versión del ethos ariqueño. La especial atención que recibía la cabeza, un fenómeno que se haría más evidente con posterioridad, se manifiesta en el complejo adorno cefálico que resultaba en un moño corto de ubicación alta y lateral (foto). 
 
La etapa de transición entre el Período Arcaico y el Intermedio Temprano plantea una interrogante de importancia: ¿fueron nuestros habitantes costeros (como los contemporáneos de Caleta Quiani, por ejemplo) o fueron inmigrantes altiplánicos los que introducen la agricultura? Supondremos que la primera posibilidad es la correcta, aunque no sea más que para enfatizar el concepto de que tal vez no se ha dimensionado debidamente la influencia de culturas costeras nortinas en el desarrollo de las de Arica y se ha centrado casi toda la atención en la indiscutible influencia altiplánica.  
 
 
Poblaciones ariqueñas del Desarrollo Formativo 
 
Esta etapa de la evolución cultural se caracteriza por el inicio de la agricultura y la cerámica, el establecimiento de aldeas más que campamentos transitorios, una muy primitiva metalurgia. y tal vez se inicia la elaboración de petroglifos (Cerro Chuño, suposición basada en las características de los íconos). Se ha comparado a este período con el Neolítico Temprano de Europa. Se empleaban anzuelos de material óseo y/o vegetal y hasta de cobre, arpones y arcos y flechas y aparecen los implementos para inhalar alucinógenos por la nariz (Faldas del Morro) (fotos). Entre los primeros cultivos se cuenta el algodón (foto), las calabazas (Cucurbita maxima), ají (Capsicum sp.), achira (Canna edulis sinónimo de Canna indica) y pallares (Phaoelus lunatus, unos porotos grandes). También se disponía de camotes (batatas, Hipomea batata) de los valles de la precordillera, algo de maíz del nivel medio de los valles y yuca (mandioca, Manihot sp.) “importada” hace unos 3.000 años desde el territorio amazónico al este del altiplano (foto). Con la agricultura, que se inicia en un terreno diferente al que hoy conocemos, desaparece la práctica de la momificación artificial. El Desarrollo Formativo nos lleva al Período Intermedio Temprano. 
 
En 1981 Santoro define la Fase Azapa como una etapa experimental de explotación agro-alfarera en los pantanos del valle homónimo no lejos de la costa, que se inicia hace unos 3.300 años y perdura hasta el 500-600 a.C. Hay en esta fase elementos culturales como el grabado de calabazas, la técnica de tejido y serpientes en cobre fundido, que sugieren la influencia de poblaciones costeras del sur del Perú (Paracas). En ese momento se inicia una profunda transformación del estilo de vida de los ariqueños. Supongo que el crecimiento demográfico obliga a buscar recursos de mayor rendimiento (agricultura) quién sabe si con la ayuda de la influencia altiplánica, la que empieza a hacerse sentir en nuestras tierras bajas. Por cierto, eso implica una mayor servidumbre humana al proceso de procuración de alimentos y ya no hay tiempo para preparar momias. 
 
Una población contemporánea en etapa formativa (que se inicia hace 2.800 años) es la de Faldas del Morro, conformada por pescadores-recolectores con una agricultura incipiente, cuya peculiaridad reside en la introducción de la cerámica (implementos primitivos con forma de calabaza), de la textilería a telar y de la metalurgia (cucharas y anzuelos de cobre, alfileres para sujetar el turbante). Estamos ya en un período de incipiente sedentariedad (800 a.C.), la que en todo el mundo coincide con la aparición de la cerámica, pues los nómades no pueden tener muchos artículos personales que cuesta acarrear o que se rompen con facilidad. En esta etapa aparecen los alucinógenos (fotos). Los entierros mostraban la influencia del sur peruano: se abandonan las fosas comunes con cuerpos en decúbito dorsal y aparecen tumbas individuales con el cuerpo recostado de lado, las piernas flectadas y envuelto por tejido de lana. El primitivo taparrabos de fibra vegetal de Chinchorro y Caleta Quiani se enriquece: faldellines de cordones de lana o cuero, camisas y chalas. Se empieza a hacer más evidente una especial reverencia por la cabeza humana, perfeccionándose los turbantes que ya se usaban en el Complejo Chinchorro y en Caleta Quiani, llegando ahora a constituir complicadas elaboraciones de madejones de lana multicolor enrollados sobre la cabeza (foto), además de que algunos cuerpos fueron descabezados tiempo después del entierro. La deformación artificial del cráneo, ya presente en Chinchorro, se populariza y se hace más radical. 
 
El nombre “Faldas del Morro” no implica de ninguna manera que trata de una reducida población limitada a ese espacio, sino que sólo identifica el sitio arqueológico cuyos restos la definen. Por el contrario, su “cultura” o estilo de vida de extienden por la costa hasta Pisagua, a unos 110km en línea recta desde Arica y por la sierra hasta Guatacondo (una de sus aldeas de mayor población), a más de 300km al sur de Arica. Este estilo de vida perdura hasta la aparición de la influencia Tiwanaku en nuestras tierras (siglo V-VI d.C.). 
 
Poco después (530 a.C. hasta 700 d.C.), los pobladores de la Playa El Laucho, aunque siguen siendo pescadores-recolectores pero con una agricultura experimental, impulsan nuestro desarrollo “importando” del altiplano la tecnología del arco y flecha. Los fardos funerarios son similares a los de Faldas del Morro, pero generalmente dan la espalda al mar, aunque algunos cuerpos están sentados mirando el mar. En general, hay un ligero avance tecnológico en relación a Faldas del Morro, aparente en la textilería por poner un ejemplo. No es descabellado pensar que ya iniciaran prudentes navegaciones montados sobre una madera, pero la agricultura debió haber sido más primitiva, pues no disponían de una aguada de la calidad que gozaban los habitantes del sitio-tipo de Faldas del Morro. 
 
Según me explicó Espoueys, lo que debe recalcarse de las fases Faldas del Morro y El Laucho es el inicio de una sociedad con esbozos de organización comunitaria, es decir, la banda desaparece para dar paso a la comunidad. La aparición de caravaneros altiplánicos introduce y estimula el uso de artículos suntuarios (adornos, por ejemplo) y como ellos venían “a comprar”, había que producir. 
 
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