Santiago: evolución de un icono cristiano
No es casualidad que el ombligo administrativo de Chile se llame Santiago. Santiago el Mayor, uno de los 12 apóstoles y favorito de Jesús junto con su hermano Juan el Evangelista y Pedro, es el patrón de España y del Arma de Caballería de su Ejército, la que utiliza su nombre como grito de guerra. Era, como Juan, pescador de Galilea y aunque aparentemente mal genio e impulsivo y de motivaciones no siempre espirituales (el mismo Jesús designaba a los hermanos como hijos del trueno), no era ciertamente un guerrero ni un depurado jinete. Pero por diversas razones pasó a ser muy venerado en la Madre Patria.
El mito inicial relataba que el apóstol anduvo predicando por la península Ibérica hasta morir, pero eso no coincide con la tardía introducción del cristianismo en la región, por lo que el relato se cambió a que lo decapitaron en Israel el 44 d.C. y prohibieron que lo enterraran, pero algunos fieles embarcaron sus despojos y lo enterraron en España y mucho después alguien percibió una extraña luz en lo que hoy es Santiago de Compostella y allí encontró la tumba. El lugar se convirtió en un centro de peregrinaje de gran importancia durante la Edad Media. Los peregrinos recogían una concha de ostión para demostrar que habían hecho el viaje y ese pasó a ser un símbolo del peregrinaje. De allí a que se le atribuyeran milagros no faltaba mucho.
Santiago es un personaje importante de la mitología cristiana y se presta como pocos para demostrar cómo “La Verdad” se modifica para servir los fines que convengan a la jerarquia que la sirve. Los gallegos empezaron a combatir a los musulmanes bajo el estandarte de Santiago en el siglo IX y cuentan que milagrosamente se apareció peleando mano a mano con el Rey Ramiro I en una importante batalla. Allí se ganó el apodo de "mata-moros" y su prestigio de jinete, habilidad bastante poco probable para un pescador de Galilea.
Santiago en América
Fue así como los españoles lo trajeron provisto de un aura de guerrero de caballería, cortando cabezas y extremidades con una poderosa espada recta y montado a un hermoso caballo blanco, como se le muestra en las numerosas obras pictóricas que le han sido dedicadas. Ya se había alterado su condición de pescador, malgenio e impetuoso, pero nunca soldado.
Pues aqui en América siguieron modificando sus características. De "mata-moros" pasó a ser llamado "mata-indios" por
Guamán Poma de Ayala. aun Barros Arana y Encina dan fe de creíble a los testimonios que afirman que Santiago ayudó claramente a los españoles durante la Guerra de Arauco, contribuyendo a matar indios. O sea, no era precisamente bondadoso con los pueblos originales, pese al cariño que se le profesa hoy en el Mundo Andino. Su genio asociado al trueno se asoció a la idea de que el ruido del trueno era el que hacía el corcel de Santiago cuando galopaba por los cielos.
A la larga, además de patrono de España y de su Caballería, pasó a serlo también de los peregrinos, sombrereros y reumáticos. Me aprovecho de Santiago para reforzar el tema de las manifestaciones del sincretismo religioso en Arica. Toda la esencia de la cosmovisión andina es religiosa y cuando el catolicismo se proyecta en sus vidas se producen situaciones tales como las que ocurrían en
Ticnamar hace no mucho: a quien no cumplía sus obligaciones religiosas los laicos vinculados a la iglesia le negaban el derecho al agua de riego. Eso es el resultado lógico de la adopción de una creencia ajena (sincretismo) por una organización social donde la religión ordenaba, permitía y armonizaba la vida comunitaria y limitaba los individualismos desde épocas ancestrales.
El pescador galileo, transformado en jinete guerrero y matador de moros por los gallegos, se viste en
Timalchaca de alto oficial militar sudamericano del siglo antepasado, con charreteras, capa bordada y otros ropajes propios de un desfile de gala caricaturesco, calando un sombrero que en vida nunca habría imaginado, cambia su larga y recta espada que en vida jamás conoció por una arma morisca, conserva el corcel blanco que le dieron los españoles, pierde la concha de ostión que adquirió como símbolo en la Edad Media, adquiere una cara de español poco evocadora de su gestión apostólica y dicen que está arrollando al Diablo. Es un curioso Diablo: viste como lacayo de un conquistador, tiene un rostro muy poco mefistofélico aunque provisto de pera y bigotes poco probables en un aymara y usa un muy andino gorro policromo (ch’ullu). Vaya laya de Diablo: parece que alguien quiso expresar en forma velada que el "mata-moros" se había vuelto "mata-indios" (
fotos).
Curiosamente, Santiago aparece hoy como un personaje benévolo y querido en Ticnamar y otras partes de Chile. Se le celebra el 25 de julio, día de fiesta para los caballares y mulares de Ticnamar y otros pueblos de la precordillera. Los cuadrúpedos, ricamente engalanados y sus jinetes conectados con el “guión” (estandarte) a través de cintas, visitan casa por casa en Ticnamar, mientras en
Esquiña las festividades que le dedicaban solían ser mucho más importantes que las del patrono del pueblo.
Las iglesias de nuestro interior muestran una variada colección de estatuillas de Santiago. El caballo es siempre blanco, el sombrero es de alas anchas, el sable es curvo, porta una capa ricamente adornada y arrolla a un “Demonio” con aspecto de aymara, cuya maldad parece estar representada por los bigotes. En
Pachica (
foto) viste de blanco y dorado y las tres estatuillas de Esquiña lo muestran con pantalones rosados o azules y blusón azul más “civil” que el de Timalchaca.
En la Arica profunda, todo es altar...
La intolerancia resucitada
A la larga la iglesia católica llega a tener un comportamiento benévolo y tolerante en nuestra cordillera, pero desde fines de la década de los 50 se expande con rapidez una doctrina fundamentalista que ha tenido expresiones de inaceptable intolerancia y un desmesurado afán por destruir la idiosincrasia andina.
En contraste con los opuestos complementarios andinos, la cosmovisión pentecostés plantea una lucha sin cuartel entre los opuestos y la vida se concibe como un antes de la conversión (ignorancia, tristeza, perdición) y un “después” de alegría, verdad y salvación. Lo aymara ancestral es, pues, diabólico y debe ser eliminado. Esta intolerancia y totalitarismo genera violencia y hace sólo unas décadas el tristemente célebre pastor pentecostés Braulio Mamani Amaro reconocía haber destruido un pukara para reemplazarlo por uno de sus templos, pues allí se originaban los males de los lugareños. Cariquima e Isluga, al interior de Iquique, fueron víctimas de la gestión destructiva de este pastor fanático y sospechoso de incumplimiento de sus propias prédicas, quien llegó a la cárcel acusado de destrucción de imágenes religiosas, robo de campanas y otras fechorías.
El totalitarismo del régimen de Pinochet simpatizó, por decirlo de alguna manera, con esta secta, dándole apoyo, a la vez que su política económica, la gestión de las autoridades “de facto”, las peculiaridades del nuevo código de aguas y en general las consecuencias de la doctrina de seguridad nacional, se conjugaron para configurar un violento golpe al estilo de vida de los aymaras.
Conclusión
"La Fe es como el Amor: no puede ser obligatoria" (Arturo Schopenhauer).